MADRID, 25 (OTR/PRESS)
Tres cosas se dan estos días por seguro en «casa Génova», la primera que el líder del PP Mariano Rajoy defenderá hasta el final la candidatura de Rodrigo Rato para la presidencia de Caja Madrid y que la presidenta de la Comunidad madrileña, Esperanza Aguirre, hará lo propio con Ignacio González. Como dicen los jóvenes, «a muerte» los dos, líder y lideresa – o líder contra lideresa y viceversa, lideresa contra líder – él, Rajoy, a favor de su antiguo competidor por heredar a Aznar, ella, Aguirre, de su número dos. Lo segundo que se da por seguro que esta vez el gallego Rajoy, contra su tendencia a silbar bajo la lluvia, no va a dejar que tiempo le resuelva el problema, como hizo cuando aquella jugosa pelea por ir en las listas del Congreso que protagonizaron con gran éxito de público al comienzo de la campaña de las últimas elecciones generales Aguirre y Gallardón.
¿Y todo este lío por el sillón de Caja Madrid? Yo creo que sí pero no solo, ni como objeto de deseo principal. Que sí porque, hombre, se trata sin duda de un sillón muy poderoso, Caja Madrid es la segunda Caja y la cuarta entidad financiera del país. ¡La de virguerías electorales que se pueden hacer con semejante mando a distancia en la mano! Desde luego que tanto al líder del PP como a la lideresa de Madrid les vendría genial tener allí un «amiguito» que les deba gratitud y el cargo habida cuenta de la inveterada costumbre de las Cajas españolas de complacer a su mentor político, invirtiendo y subvencionando corralitos y clientelas electorales del/la susodicho/a, por supuesto, de forma profesional y casual (no piensen ustedes mal); esto ni se discute.
Pero, la tercera y principal cosa que se da estos días por seguro en la sede nacional del PP es que podríamos estar ante la segunda -y probablemente última- vuelta del asalto al sillón de Mariano Rajoy por parte de Esperanza Aguirre. Ante el segundo -y probablemente definitivo- choque de trenes entre ambos por el poder y el control del partido cara a las próximas elecciones a la Moncloa. Esta vez, no se espera que uno de los dos se tire al suelo panza arriba en señal de rendición, como hizo ella la anterior, ni que, como entonces, la partida acabe en tablas o con heridos. Dicen que él, tocado por su apoyo a Camps en la Gürtel valenciana, no se puede permitir otro desplante interno de su rival, ni ella volver a perder contra él líder al que quiere heredar en vida. Y que los dos saben que esta vez no habrá piedad.