MADRID, 31 (OTR/PRESS)
Estamos ante una especie de caos político general -no solo en el PP, contra lo que estos días titulaba algún periódico cercano al Gobierno socialista- y, encima, en el marco de una crisis económica que concluirá «cuando concluya», como dijo, con desplante torero, la vicepresidenta económica a alguien que la interpelaba en el Congreso de los Diputados. El caos político salpica a Madrid, a Valencia, a Baleares, a Cataluña. Y a Castilla y León, cuyo presidente, no sé si viniendo muy a cuento, ha amenazado con no volver a presentarse al cargo si no se pone orden en su partido, el Popular.
El caos viene, en buena parte, de la corrupción. Puede que la crisis económica, aunque solamente en parte, también provenga de esa corrupción, tan extendida. De nuevo nos ha impactado esta semana la imagen de unos señores esposados, entrando, conducidos por la Guardia Civil, en la Audiencia Nacional. Son los políticos de la trama ligada al PSC -el partido que gobierna en Cataluña– y a los «pujolistas» de Convergencia i Unió que en su día tanto mandaron en la Generalitat catalana. Menudo follón para el molt honorable Jordi Pujol, que esta semana tiene (¿tenía?) pensado presentar su segundo libro de memorias, en cuya página 34 se dice: «me reuní a solas con Lluis Prenafeta, el secretario general del Gobierno que acababa de nombrar, y le dije: «Lluis, en estos momentos, la Generalitat somos tú y yo»». Resulta que Prenafeta es uno de los «cerebros» implicados en la trama corrupta de la «operación Pretoria», que, cómo no, también instruye Baltasar Garzón.
La corrupción sacude, así, el presente de nuestros políticos, pero también el pasado. A Fraga le hemos escuchado decir que él nada tuvo que ver con pagos y cobros ilegales en el PP gallego, pero a Aznar nada le hemos escuchado de los orígenes de esa «operación Gürtel» que ha sido la espoleta de cuanto está estallando estos días en el Partido Popular. Incluyendo otras declaraciones de esta semana -nada que ver, ya digo, con los negocios de Correa, que se iniciaron, por cierto, durante el aznarismo- de José María Aznar, pidiendo, sin demasiados disimulos, «liderazgo» en su partido. Una forma más de debilitar a Rajoy, rebautizado por algunos como «RaJob», por lo de la paciencia Y una forma más de arrimar el ascua a la sardina del protegido del ex presidente del Gobierno, que no es otro que Alberto Ruiz Gallardón, el dinámico alcalde de las obras, siempre a la espera del ascensor que le lleve a la cima.
Así pues, a Rajoy algunos aprovechan el Gürtel para desgastarlo. Y entonces vuelven los Juan Costa, aquel que quiso ser alternativa, recuerdan, a Don Mariano, pero que luego no se atrevió a presentar su candidatura en el congreso del PP celebrado hace algo más de un año en Valencia. Se comprende que Costa esté muy molesto por el maltrato, a mi entender no del todo justo, sufrido por su hermano Ricardo, que, al final, ha sido el que ha pagado los platos rotos por las actividades de los archicorruptos Correa y Alvaro Pérez, «el bigotes», en la Comunidad Valenciana.
Bueno, me temo que también a Rajoy le va a tocar pagar algo de esa vajilla destrozada, porque da la impresión de que ya no cuenta con el apoyo incondicional de uno de los principales «barones» del PP, el presidente de la Generalitat valenciana Francisco Camps. A ver qué ocurre el martes, cuando se reúna el comité ejecutivo del PP y RaJob se transforme en Rajoy «el implacable». Se la juega en ese acto Don Mariano, que tiene que romper con los corruptos del pasado y con los conspiradores del presente, alguno de ellos, por cierto, haciéndose pasar por aliado.
¿Y Zapatero? Pues Zapatero, que tiene unos cuantos problemas aquí en casa, frotándose, claro está, las manos. Ahí es nada, afrontar la inminente y rentable presidencia de la UE con las encuestas mejorando gracias al desgaste que Gürtel está imprimiendo ya al PP. Tiene a los «populares» absortos en su lío interno e incapaces de hacer oposición, tiene a los de Convergencia -que tanto han atacado los Presupuestos presentados por el Gobierno central- intentado sacarse de encima las porquerías heredadas del pujolismo, y a los del PSC de Montilla, que ya no son tan, tan amigos, como se sabe, angustiados por las golfadas de los alcaldes del ex «cinturón rojo» barcelonés.
Así está el «látigo» José Blanco, sacudiendo estopa a diestra y siniestra, y con razón. Todos esposados, con pena de Telediario, imagen lamentable que el juez pluriempleado permite, quién sabe si fomenta. Menudo caos, todos esposados, bajo la vigilante custodia de la Guardia Civil, ante la voracidad de las cámaras de fotógrafos y teles. Así, ¿quién se acuerda de que aquí hay cuatro millones y un largo pico de desempleados? ¿A quién le importa que todos los demás hayan salido ya de la crisis, excepto los españoles (ah, perdón, y los letones)?