MADRID, 4 (OTR/PRESS)
Por fin los socialistas han atendido una petición de la izquierda parlamentaria que, cargada de razón, reclamaba que los futbolistas extranjeros con sueldos multimillonarios dejaran de cotizar a Hacienda como si fueran asalariados bien pagados.
Los dirigentes de la Liga de Fútbol Profesional, convencidos de que prestan un servicio esencial a la sociedad, han amenazado, incluso, con parar la competición como quien habla de parar un país. Entre sus argumentos, para poner el grito en el cielo, está el desternillante de que «las estrellas elegirán otras ligas». Que decepción. Hasta ahora habían vendido a la afición que tanto Ronaldo, como Kaka, como Leo Messí o el propio Beckham (el primero en aprovecharse de la bula hacendística) habían elegido España por la honra de vestir las camisetas con los colores del Barcelona o el Madrid o… Resulta que sólo venían al paraíso fiscal.
Tras la anunciada subida de impuestos para todos, incluido el IVA, esta enmienda en la tramitación de los presupuestos, junto al mantenimiento de la deducción de los cuatrocientos euros en el IRPF para las rentas mas bajas, son las dos únicas buenas noticias que ha recibido el sufrido contribuyente que, sin privilegio ninguno, cotiza al fisco en función de lo que gana.
Si la fiscalidad tiene como función la redistribución de la renta, es difícil justificar que jugadores de fútbol, con ingresos superiores a 600.000 euros, es decir más de cien millones de las antiguas pesetas, solo contribuyan con el 24 por ciento de su salario cuando el resto de los pocos españoles que alcanzan tan astronómicas cifras cotizan al 43. El agravio todavía es más sangrante teniendo en cuenta que se están beneficiando de una ley del año 2003, con el PP en el Gobierno, que se hizo para facilitar la llegada a este país de cerebros en el campo de la investigación, la tecnología o la empresa.
Por mucho que clame la Liga de Fútbol, no hay ningún «cerebro» del mundo científico que gane una ficha de treinta millones de euros como tienen ciertos futbolistas que, sin embargo, pagan a Hacienda como un trabajador con un salario de sesenta mil euros anuales. Así es que no hay vuelta de hoja: que paguen los futbolistas o los clubes que ganan mucho dinero y dejen de amenazar con que se acaba el espectáculo; que los mileuristas conserven los cuatrocientos euros, bastante les cuesta ya llegar a fin de mes.