MADRID, 5 (OTR/PRESS)
Los padres de un niño gordo están a punto de ir a la cárcel porque se han negado a perder la custodia de su hijo y las autoridades quieren quitarle la custodia porque el niño está gordo. Menos mal que las autoridades velan por la felicidad de la infancia.
Cuando en Galicia había un Gobierno de socialistas y nacionalistas, un ilustre consejero pretendió que los niños gallegos, a partir de los dos años, se aprendieran el himno de Galicia y, ahora, con un Gobierno conservador, parece que el objetivo es que los niños tengan el peso ideal.
Ya nos advirtió Thomas de Quincey que había que tener mucho cuidado con nuestras acciones, porque se empieza con el asesinato y se termina por no ir a misa los domingos. A mí, de esta historia lo que me asombra es la discriminación de los niños anoréxicos, la indiferencia que les produce a la Xunta, como si los niños anoréxicos no fueran hijos de Dios, mejorando lo presente, que es la alianza de las civilizaciones.
El argumento para raptar al niño gordo es que el niño, con su sobrepeso, puede dañar su salud, y el razonamiento es irreprochable, pero abierta la veda de arrebatar niños gordos a los padres ¿por qué esta dejadez con los anoréxicos, que corren un peligro más inminente? Hombre, ya sabemos que los niños gordos saltan a la vista y se distinguen a lo lejos, mientras que los anoréxicos, con la ropa puesta, son más difíciles de distinguir, pero bastaría que la Xunta creara un Cuerpo de Inspectores de Niños Anoréxicos para que esto se solucionara de un plumazo y, encima, podríamos crear unos cuantos puestos de trabajo improductivo.
Espero que tan sabias medidas y objetivos tan benéficos se extiendan a otras comunidades y, pronto, como los laceros de perros, veamos vehículos destinados a la caza y captura de los niños que tienen padres, pero no tienen el peso ideal. ¡Cuánto tiempo ignorando que lo que necesitan los niños no son unos padres, sino un endocrino!