MADRID, 8 (OTR/PRESS)
La denostada profesión de periodista -un lugar ganado muchas veces a pulso por una parte de la profesión y por algún intruso que cree ser lo que no es- abrió este fin de semana una ventana a la esperanza y al prestigio. La concesión del Premio Nacional de Fotografía a Gervasio Sánchez, cordobés, 50 años, afincado en Zaragoza, habitual de muchos medios, pero refugiado siempre, y con orgullo, en el Heraldo de Aragón- es un reconocimiento de la inmensa, arriesgada, difícil y casi nunca reconocida labor de los fotoperiodistas. Es la primera vez que un reportero de guerra, un denunciador de tragedias a través de la imagen, gana el Nacional de Fotografía.
Pero este caso va mucho más allá. Gervasio Sánchez ha recibido hace pocos días el Premio Derechos Humanos del Consejo General de la Abogacía Española y tiene el reconocimiento de todos sus compañeros con otro galardón, el Javier Bueno. Esos premios son diferentes porque Gervasio es un guerrillero independiente, un francotirador de la fotografía que tiene siempre en su objetivo a las víctimas. «Tras años acudiendo a conflictos -Sierra Leona, Sarajevo, El Salvador, Congo, Liberia, Afganistán, Guatemala, Ruanda…-, son las víctimas las que me impulsan a seguir yendo. Quienes merecen atención son las víctimas. De quienes hay que hablar es de las víctimas. Quienes son las verdaderas protagonistas de la historia son las víctimas, no los periodistas». Las víctimas en primer lugar, siempre, es una lección que deberían aprender los políticos, los legisladores, los ciudadanos. También todos los periodistas que tantas veces convertimos en protagonistas a los verdugos, a los que sacan beneficio de otros, a los que se aprovechan de tantos. (Las víctimas y no los intereses partidistas deberían ser también estos días el centro de un conflicto como el del Alakrana). Gervasio ha puesto el objetivo de su cámara siempre en las víctimas. Para que duela tanto que no podamos olvidarlas.
Sin periodistas como él, sin algunos que han dado su vida por una foto, por una imagen, como Julio Fuentes, Julio Anguita Parrado, Juantxu Rodríguez, Miguel Gil, Ricardo Ortega y otros más, sin periodistas casi siempre anónimos, que sólo salen a la luz cuando les hieren o les matan, cuando son secuestrados o, más raramente, cuando les dan un premio, las víctimas no tendrían ni siquiera un pequeño derecho a la justicia. Y tras el impacto, vuelta al trabajo, a denunciar con la cámara la injusticia permanente en que vive este mundo, el terrorismo de la guerra y de la ambición o el terrorismo de la miseria. Hay días en que uno se siente orgulloso de ser periodista aunque sea porque esta profesión ha parido personas como Gervasio Sánchez y, como él, bastantes más que no buscan la gloria sino la justicia y la verdad. Que están del lado de los perdedores, de los marginados, de los olvidados, de los que nunca han tenido ni tendrán una oportunidad. De las víctimas. A través de una foto, de una información, de un artículo. Aunque nunca se llegue a la meta.