Fernando Jáuregui – No te va a gustar – Fascinante país el nuestro, pero no tanto…


MADRID, 10 (OTR/PRESS)

De verdad que, si volviese a nacer, volvería a ser periodista. Al menos, en España. País fascinante donde los haya. Pues ¿no han contratado en el Parlamento catalán un servicio de traducción para que los diputados catalanes pudiesen entender lo que decían sus colegas nicaragüenses? Fino rasgo de humor, al menos contemplado de este lado de la barrera. Y ya he dicho alguna vez que, si no fuese por la tragedia de las familias y de los secuestrados, lo del «Alakrana» daría de sí para una estupenda comedia del absurdo. Pero están los familiares y los secuestrados, y esto no puede, de ninguna manera, convertirse en una tragedia.

Ahora que los familiares se han podido entrevistar, al fin, con el presidente del Gobierno y con el de la Audiencia Nacional, solicitando lo que hasta anteayer era imposible y ahora es probable, voy a intentar contarles lo que sé acerca de este sainete de enredo. Resulta que, para poder enviar a los dos piratas -encima, sobrinos del jefe de la banda_ a Somalia, que es un país virtual, debería recibirse en la Audiencia una petición de un juzgado somalí, nada menos, reclamando el caso para juzgarlo allí. Mero tecnicismo que no logra encubrir el verdadero objetivo: que los dos piratas salgan prácticamente impunes del lance.

El ridículo, en todo caso, no es solamente nacional, con la traída a España de los dos piratas, la discusión sobre la mayoría de edad de uno de ellos, los cambios de legislación que van a ser precisos para vestir el muñeco, etc. Lo peor de todo es que, fascinantes como sin duda somos, no somos los únicos fascinantes: porque los piratas están consiguiendo poner en jaque a varias «potencias» occidentales, impotentes, valga la contradicción, para acabar con esta plaga que creíamos extinguida en los tiempos de Francis Drake, a quien su país convirtió en Sir, ennobleciendo la piratesca condición.

Ignoro cómo se va a solucionar jurídica y crematísticamente un secuestro que debe acabar ya, como sea, por el bien de los secuestrados, de sus familiares y de la autoestima de todos. Solamente me atrevo a decir que, después, alguien tendrá que pensar, a escala internacional, en hacer algo conjuntamente para terminar con estos «señores de los mares», que no son sino un conjunto de delincuentes lumpenizados y potencialmente capaces de lo peor. Y, encima, nos han ofrecido una imagen altamente tecnificada y sofisticada, como si dispusieran de asesoramiento jurídico y hasta de comunicación. ¿Quién, desde qué bufetes radicados en qué capital europea, está ayudando a estos malhechores, forrándose so pretexto de prestar un auxilio humanitario? Por ahí podríamos, tal vez, empezar a combatir la piratería: por los piratas de cuello blanco.

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