Rafael Martínez-Simancas – Sin etiqueta.


MADRID, 10 (OTR/PRESS)

Platón creía que el cuerpo era la cárcel del alma, pero no por ser una penitenciaria orgánica hay que pasarlo mal. Al asunto del alma le dedicamos apenas unos instantes, el resto del día lo pasamos preocupados por nuestro cuerpo, por eso en las casas hay más espejos que espacios reservados para la meditación. Es innegable: no todos somos monjes que tendemos al ascetismo, no somos Simón «El Estilista» que se subió a una columna para evitar las tentaciones. El cuerpo es el centro de nuestros deseos y a él le dedicamos los mejores momentos de placer.

Gracias a los trasplantes hemos conseguido mejorar nuestra herramienta cotidiana hasta límites insospechados hace apenas cuarenta años cuando el doctor Villaverde quiso emular al doctor Barnard con menos fortuna por cierto. Pero hoy podemos decir, sin rubor, que el ser humano puede tener tantas piezas renovables como un Fórmula 1, cada cierto tiempo podemos pasar por los boxes de un quirófano y nos mejorarán algo para que podamos hacer unos cuántos kilómetros más sin forzar la máquina. Habitualmente el «taller de recambios» está lleno de piezas procedentes del cerdo: venas, arterias, válvulas para el corazón y algún hueso que otro. A efectos de quita y pon somos muy parecidos a los cerdos, ahí acaba la vanidad de ricos y poderosos que llegado el momento se pondrían gustosos un hocico con tal de salir de la enfermedad. Lo que no sabíamos es lo que un simple conejo puede hacer por el hombre.

Científicos de la Universidad de Wake Forest han reconstruido, por primera vez, el tejido eréctil del pene de un conejo. Y, podrían hacerlo con un hombre, salvando las distancias de tamaño. Quizá lo más peliagudo sería convertir al hombre en conejo, operarlo y más tarde volver a dejarlo en hombre, aunque si el resultado es positivo muchos darían por bueno tener las orejas más grandes pero el sexo más firme. Es curioso pero la tercera edad no demanda mejor visión, o un «plan Renove» de articulaciones para caminar, sino que se pide un sexo más vigoroso. Pues si en la edad está la virtud tendremos que pensar que los abuelos están en lo cierto.

La principal preocupación de la vejez es canalizar el deseo que nos acompaña desde la adolescencia pero que llegado un momento entra en curva descendente pero no irrecuperable. Un simple conejo nos puede devolver a la categoría de fauno trotón que pensamos no acabará nunca, pero acaba porque todo tiene fecha de caducidad. Si dejamos a un lado los escasos momentos de reflexión acerca de nuestra alma, todo lo demás es un homenaje a Príapo que no se puede disimular. Y si los efectos secundarios son una tendencia compulsiva a comer zanahoria, ¡qué le vamos a hacer!, también forma parte de la dieta mediterránea.

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