Fernando Jáuregui – Bibianadas.


MADRID, 12 (OTR/PRESS)

Nada tengo en contra de la ministra de Igualdad, Bibiana Aído, sin duda la aportación más peculiar de Zapatero en su andadura por la gobernación de España. Ya sé que, desaparecida Magdalena Alvarez del Ejecutivo, el presidente necesitaba a un ministro, o ministra, que hiciese de catalizador de los rayos de la indignación colectiva y de las risas no siempre benévolas de la ciudadanía. Lo que ocurre es que la señora Aído ya no sirve como pararrayos, sino que amenaza con ser el último lastre que hunda el barco. No porque quiera meter la tijera al refranero español, que ella considera en buena parte sexista y machista -y, en algunos casos, pocos, lo es–, no porque pretenda que «miembra» sea palabro que entre en la Real Academia Española. Eso es cosa de poco, peccata minuta, mero divertimento popular. Lo de la reforma de la legislación sobre el aborto, que es un proyecto que ella ha capitaneado, ya tiene más calado, y posibilita, dentro del sainete nacional, amenazas colectivas de excomunión lanzadas desde el sector más tridentino de la Conferencia Episcopal.

Lo cierto es que, se mire como se mire, presuntos desvaríos como ese proyecto de ley, el más polémico y el peor aceptado de todo la etapa Zapatero, o decisiones como la de la Junta de Extremadura poniendo en marcha una campaña para promocionar la masturbación («hay que prevenir los embarazos» dice la señora Aído, completando el cuadro sainetesco), son factores que quizá resten al PSOE más votos que las consecuencias de la crisis económica. El nuestro, España, sigue siendo un país epidérmico, en el que la veleta de la opinión pública (y publicada) gira con enorme rapidez. Y se olvida antes un error garrafal en el terreno económico, por muchas consecuencias que tenga, que una «boutade» o una tontería lanzadas a los cuatro vientos por un personaje público.

Yo creo que Bibiana Aído se empeña, cada día, en demostrar lo prescindible de su Ministerio, y bien haría Zapatero cortando por lo sano cuanto antes, aprovechando que tiene que disminuir el gasto. «Más vale una vez colorado o colorada que cien amarillo, o amarilla», que dice el refrán. Y es que, otro refrán neutral, Dios da cuchara a quien no tiene boca.

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