Francisco Muro de Iscar – Privatizar al calvo.


MADRID, 12 (OTR/PRESS)

Hay una izquierda que canoniza por decreto lo público y demoniza lo privado. Lo público siempre es positivo, inmejorable, limpio de mancha o pecado y lo privado, siempre sospechoso de engaño, de abuso. No es sólo la izquierda que está a la izquierda del PSOE y la que está a la luna de Valencia. También en las filas socialistas hay muchos que abominan de los beneficios de las empresas privadas -como si quien invierte no tuviera derecho a ganar dinero, a obtener justos beneficios- y preconiza más inversión pública, más impuestos, más empleo público. Son los mismos que critican la privatización de la enseñanza o de la sanidad y hasta se manifiestan por ello contra los Gobiernos del PP, aunque miran para otro lado si eso mismo, o aumentado, sucede en las autonomías o ayuntamientos donde Gobierna la izquierda.

Lo importante, desde mi punto de vista, no es quién presta el servicio público, sino cómo se presta, con que calidad, a qué precio y en qué condiciones laborales y para sus beneficiarios. Si la titularidad es pública y la concesión privada, pero funciona bien, con criterios de exigencia, perfecto. Si ambos son públicos y están bien gestionados, estupendo también. Lo malo es cuando tenemos un servicio público mal gestionado, que funciona mal, que cuesta mucho y del que, como es público, nadie se hace responsable.

Pues bien, ahora parece que el Gobierno prepara una privatización encubierta o con nocturnidad de las loterías nacionales. Nadie sabe muy bien cuáles son los objetivos, pero muchos sospechan que el fin es tratar de recaudar más para las depauperadas arcas del Estado con la instalación de máquinas en hipermercados o en grandes recintos. Eso sería un grave problema para las Administraciones de Loterías -4.000 en España, que dan trabajo a 10.500 personas y que generan 2.900 millones de euros para el Estado- que no han sido consultadas y que temen que el negocio se acaba. Una red que funciona estupendamente y que vende nueve veces más que Reino Unido o Francia, por ejemplo. ¿Quién se va a beneficiar de esto? Detrás de estas ideas siempre hay alguien que se lucra y muchos que pierden. Ahí puede estar una de las claves.

Cuando un servicio público funciona bien, tocarlo es un riesgo. Sucedió con la Organización Nacional de Trasplantes, un lujo español que nos envidia medio mundo y que estuvieron a punto de cargarse en una reforma «política», afortunadamente abortada después de una mala temporada. Ahora viene la Lotería Nacional. Quieren privatizar «al calvo» que ya no será el protagonista del anuncio de este año, pero que sigue siendo la imagen que todos tenemos en la retina. Y el calvo es de todos.

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