MADRID, 14 (OTR/PRESS)
El PP ha montado de nuevo el espectáculo de la unidad en su convención de Barcelona y los términos de la unidad siguen tan inexistentes como siempre, pese a los disimulos de toda índole en forma de foto. La primera en la frente fue la estruendosa ausencia de Aznar, que había dicho aquello de que en su tiempo había un líder, un proyecto y un partido (y por lo tanto, ahora no). Luego Cospedal le respondió que tienen las tres cosas y que Rajoy es lo mejor del mundo. No hay mayor prueba de la división interna, si se tiene en cuenta la legión de seguidores que tiene el ex presidente de la guerra de Irak. A continuación, resulta que ni Camps ni Aguirre van a estar el domingo en el discurso de Rajoy, que pretende ser triunfal y revisionista del reciente pasado. No hay mayor desprecio que la plantá. Y así sucesivamente. Alguien ha recordado que Rajoy pone un circo y de inmediato le crecen los enanos. No tienen remedio y su única leve esperanza sigue siendo que el Gobierno se estrelle con la crisis económica, triste esperanza y desesperanzado consuelo.
¿Pero cómo se les ha ocurrido caer sobre Barcelona para celebrar allí la convención? Dicen que para demostrar la importancia de Cataluña en la recuperación de espacio político allí donde el PSOE les aventajó en 17 diputados en las últimas elecciones generales. No me lo puedo creer. Su presencia en Barcelona grita el recuerdo, si es que hubiere algunos desmemoriados, de la radical oposición del PP al Estatut, que culminó con el recurso en el Tribunal Constitucional, tema que justamente ahora se pone al rojo vivo por las noticias sobre el real peligro de que el Estatut sea echado abajo. Pero hombres de Dios, en una convención política lo último que debieran hacer es recordar que existe Cataluña y mucho menos marcharse allá a celebrarla, como si los catalanes fuesen tontos, que no lo son en absoluto, y que están hasta las narices de un partido que se ha distinguido por su animadversión a cualquier forma de catalanismo y tal vez de catalanidad. Un poco de reflexión, de sosiego y de sentido común no les vendría mal.
