MADRID, 18 (OTR/PRESS)
Tengo en la mayor estima al ministro Pérez Rubalcaba, pero cuanto más oigo hablar del SITEL, más me asusto. Las dudas que plantea el PP sobre la legalidad de este sistema de interceptación de comunicaciones telefónicas tan sofisticado que permite no solo escuchar lo que hablas sino saber donde estás tu y tu interlocutor o entrar en tus sms y en el disco duro de tu ordenador personal, a mí me parecen graves pero no irresolubles. Tendrían fácil arreglo*si se quisieran resolver, claro; porque todas ellas tienen que ver con un déficit de la legislación fácil de remediar aumentando los controles para asegurarse de que se usa solo para perseguir a los malos, respetando incluso en ese caso su derecho a la intimidad no sujeta a investigación con orden judicial, porque el Estado de Derecho también esta vigente con los malos.
Regular el SITEL de forma que la policía solo pueda «escuchar» lo que autoricen los jueces, y que lo que se grabe y luego no sirva judicialmente se destruya, acabaría, al parecer, con el problema. Cualquier demócrata debería apostar por ello porque hablamos del abc de la democracia, de un derecho fundamental como es el derecho a la intimidad. Incluso cuando el juez autoriza una escucha, lo que deja en suspenso es el derecho al secreto de las comunicaciones de el escuchando, no su derecho a la intimidad. Desde este punto de vista, me parece que tendría todo el sentido del mundo que el Gobierno aceptase hacer la ley orgánica que le ha ofrecido el PP para rellenar las lagunas del SITEL. ¿Qué habría de malo en ello aunque lo proponga el PP, por qué no? Pero, en su lugar, ¿que es lo que tenemos? Amenazas e insultos del gobierno a la oposición
Según denunció ayer el portavoz del PP González Pons, en los pasillos del Congreso ocurrió uno de esos episodios que avergüenzan; incomodado al parecer por unas preguntas sobre el SITEL en el turno de control al gobierno, el ministro Rubalcaba amenazó e insultó al diputado popular Carlos Soriano, al que, aludiendo al SITEL, espetó además que «ve y escucha todo lo que hace». Debería reflexionar. Y rectificar. Los cruces de descalificaciones entre los partidos siempre suenan desagradables en los oídos de los ciudadanos, pero cuando proceden del gobierno y especialmente del ministro del Interior, del jefe de los guardias, además suenan intolerablemente intimidatorios.