José Cavero – Tres recusados y una exigencia de dimisión.


MADRID, 19 (OTR/PRESS)

Están enardecidos en el PP tras la asamblea de Barcelona, y pese a las ausencias finales de Camps y Aguirre, a la hora de escuchar el discurso de cierre de Mariano Rajoy. La foto de Camps a bordo del Ferrari azul no ha decaído los ánimos… El caso Alakrana, de un lado, y el choque con el ministro Rubalcaba por el Sistema Sitel de control de llamadas telefónicas, de otra parte, han elevado repentinamente las tensiones entre los dos grandes partidos parlamentarios, precisamente cuando pudo pensarse que las llamadas de Zapatero a Rajoy para informarle de la marcha del Caso Alakrana y el agradecimiento que le tributó tras resolverse el caso, pudo entenderse que vivíamos un momento dulce en las relaciones PP-PSOE.

No hay tal cosa, y es probable que sea ya una tendencia que debamos soportar en lo que queda de legislatura, un par de años: los populares siguen convencidos de que las urnas traerán consigo un vuelco y les gustaría anticipar acontecimientos y quemar etapas. Esas impaciencias tal vez se demostraran e hicieran visibles, por ejemplo, en las sesiones del Congreso de este miércoles, cuando el PP reclamó, primero, la recusación de tres miembros del Gobierno, De la Vega, Caamaño y Chacón, y poco más tarde, que dimitiera un cuarto ministro, Pérez Rubalcaba. ¿Nada más, y para una sola jornada? Es evidente que las impaciencias traen consigo estas actuaciones que posiblemente quedarán en nada: es probable que el PNV apoye alguna de las recusaciones que reclama el PP por el caso Alakrana, pero es improbable que ni Rubalcaba ni el jefe del Gobierno accedan a terminar su muy amplia carrera política de manera abrupta por causa del sistema Sitel que se viene empleando en la persecución judicial de narcotraficantes y terroristas.

El PP insiste en que se siente vigilado, espiado, perseguido desde las terminales telefónicas que, dice, controla Rubalcaba sin autorización judicial. Y, además, es sorprendente la subida de tono que, repentinamente, emplea el PP: pasa de la felicidad por la puesta en libertad de los 36 tripulantes del Alakrana a declarar nefasta la gestión por el Gobierno de esa crisis. ¿Hubieran preferido otro final? No parece probable, pero estimulan esa clase de sospecha. Otro tanto parece suceder con Rubalcaba. Pocos, a estas alturas, no aceptan los abultadísimos servicios al Estado que el ministro del Interior viene dando. Pero resulta más «divertido» proclamar que «es un peligro público», que deteriora el «estado de derecho» vigente y transforma a España en dictadura controlada desde el Poder gubernativo. ¿Se lo creerán con la firmeza que lo proclaman González Pons y Carlos Floriano?

Por lo demás, puede que inquieten las inclinaciones a impulsar sospechas sobre todas las instituciones del Estado: jueces, fiscales, policías son sospechosos de actuaciones ilegales e ilegítimas, y la Jefatura del Estado Mayor del Ejército también parece indigna de crédito, cuando explica la persecución de los jefes de los piratas somalíes, al término de 47 días de secuestro de la tripulación del buque atunero. Todo es sospechoso, o decididamente contrario a la inteligencia: las actuaciones de los servidores del orden y administradores de la Justicia como los mandos militares que han actuado en la liberación de los secuestrados en aguas del Indico. Y por supuesto, quien manda a unos y a otros servidores del Estado.

No parece que sea el camino más eficaz ni adecuado para prepararse, precisamente, para lo que en el PP se denomina «proceso de regeneración democrática», o algo parecido, y cuando les ha costado muchos meses asumir las irregularidades denunciadas en los muchos miles de folios de la instrucción del sumario del Caso Gürtel.

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