Victoria Lafora – Padres tóxicos.


MADRID, 25 (OTR/PRESS)

Muchos de los ochocientos mil niños que contemplan cómo en su casa se maltrata a sus madres serán el día de mañana maltratadores ellos también. No lo saben, no son culpables, simplemente tienen padres tóxicos que perpetúan la violencia de generación en generación.

Desgraciadamente los menores que conviven con un padre machista que humilla, veja y maltrata a su mujer acaban reproduciendo el modelo en su vida adulta, porque es la única forma de relación hombre/mujer que han conocido. Nadie les educó en la igualdad, el respeto, la dignidad o la ternura. Una madre aterrada bastante tiene con defenderse e intentar proteger a sus hijos para que no sufran también los palos.

No hay escuela ni sociedad que pueda compensar una educación tan nefasta, tan demoledora, como el espectáculo cotidiano y permanente de los malos tratos y las amenazas en casa.

Hay mujeres que por vergüenza ocultan a sus hijos los golpes. Incluso cuando son asesinadas algunos familiares desconocen el calvario de agresiones que durante años habían sufrido. Les parece que así les mantiene a salvo del monstruo que convive con ellos. Pero las hay que no pueden esconderse y cuando los menores intentan mediar son víctimas también de la violencia machista.

Pero lo que explica que casi de la mitad de las víctimas sean mujeres menores de treinta años es esa tolerancia social hacia el papel autoritario y violento del varón como modelo a seguir. Es el ejemplo que viven en casa los menores con padres maltratadores. No hace falta llegar a las manos basta el desprecio, el maltrato psicológico, la humillación, el reparto injusto de papeles.

En ese caldo de cultivo, el niño aprende que su madre, y por tanto las mujeres, son algo que no merece respeto, seres inferiores, servidoras del varón, que cuando no cumplen el servicio solicitado se las puede castigar.

Por eso el quince por ciento de los jóvenes «entiende», en determinadas circunstancias, la violencia de genero. Lo han visto en su familia, con mayor o menor intensidad, su padre era un ganador y su madre una perdedora derrotada. Hay que tener mucho coraje moral para saber de que lado ponerse.

Además de que el alcohol y las drogas no sean atenuantes que justifiquen a los maltratadores, deberían perder la custodia de los hijos para evitar que trasmitan el tóxico que llevan dentro.

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