Rafael Torres – «Al margen» – El dogma constitucional.


MADRID, 27 (OTR/PRESS)

La soberanía reside en el pueblo… relativamente, esto es, que reside mientras ese pueblo no pretenda nada que desborde o contradiga un texto, la Constitución, que fue ideado para limitarle la soberanía precisamente, y que el pueblo, ayuno de toda noción de soberanía cuando se le invitó a refrendarlo, lo refrendó. Se trata de un texto «sagrado» cuyo contenido pertenece a la esfera del Dogma, y sólo un puñado de elegidos, constituidos en Sanedrín, puede interpretarlo. Más allá de ese Tribunal más supremo que el mismísimo Supremo, no hay nada, sino el abismo, o, como mucho, la fantasmagoría de una remota instancia transnacional en Estrasburgo, que es, si se me permite el símil, como tener un tío en Alcalá.

La Constitución, esa Biblia, determina no sólo el sentido de las cosas, sino su pertinencia, esto es, su derecho o no a ser y a existir, pero en lo que andan enfrascados desde hace tiempo los sumos sacerdotes que custodian el Oráculo es si la propia Democracia, esa que se articula en torno a la voluntad del pueblo expresada en sufragio y expuesta por sus legítimos y electos representantes, goza o no de ese derecho a ser y a existir. O dicho de otro modo: si el Estatut de Catalunya aprobado por mayoría, por dos veces y en dos sedes parlamentarias distintas y consecutivas, la autonómica y la estatal, es legal o ilegal desde el punto de vista insoslayable, indiscutible, definitivo, de esa Ley tan rematadamente superior. Mas como quiera que a la gente concernida en éste asunto ya no le hace demasiada gracia que otros decidan lo que se puede o no decidir, que hasta los periódicos catalanes se han agavillado en torno a un Editorial común, debelador del Dogma, el Alto, qué digo Alto, Altísimo Tribunal, podría sentirse, el pobre (de pronto es pobre), presionado en su trascendente deliberación. Había quien aún creía que la Constitución era la garante de la Libertad, y que sólo en ello justificaba su preeminencia. Por lo visto, o ya no lo creen, o están dejando, a pasos agigantados, de creer.

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