Consuelo Sánchez-Vicente – ¡Si será por generosidad!


MADRID, 30 (OTR/PRESS)

El lehendakari Patxi López crece por días como líder y como vasco, por sus méritos y gracias al apoyo de «los basagoitis» del PP. Su gran reto es conseguir relevar en el poder con naturalidad al PNV, casi un «régimen» tras su larga estancia hegemónica en Ajuria Enea. Yo creo que lo está consiguiendo «cum laudem». Las fotos de los etarras ya no cuelgan impunemente en las fachadas y los balcones de algunos ayuntamientos, por miedo de la población o como desafío, pero sin que la Ertzantza hiciera nada por impedirlo por orden -mejor dicho, por falta de órdenes- de sus superiores políticos. Ahora la orden es descolgar esos carteles en aplicación de la legislación vigente.

¿Los vuelven a colgar? Sí. Como se siguen celebrando esas multitudinarias manifestaciones que todos sabemos que son a favor de ETA. Pero, ahora, sin pancartas ni gritos a favor de la banda y de sus asesinos, porque al primero la Ertzantza las disuelve. Es verdad que en algunos pueblos los carteles proetarras que la Ertzantza descuelga por el día se vuelven a colgar por la noche. Pero la Ertzantza vuelva a descolgarlos por la mañana. La normalidad democrática no es que todo funcione de cine, sino que no haya impunidad. Que funcione el sistema y sus controles. El imperio del Estado de Derecho.

La semana pasada fue noticia que, por primera vez, el Parlamento vasco había apoyado los pilares de la política del Gobierno contra ETA, entre ellos la dispersión de presos. Se habló poco de ello porque las buenas noticias son menos fotogénicas que las malas, y ETA nos ha malacostumbrado a que de Euskadi sólo lleguen miedo y muerte. Nos había malacostumbrado, mejor dicho. Ahora hay que cambiar el chip de llorar por el de celebrar la vuelta al derecho y a la razón del Gobierno vasco. Este domingo, por ejemplo, el lehendakari López ha pedido a las víctimas de ETA «un nuevo esfuerzo» porque, a pesar de que se ha «ganado» la batalla contra el terrorismo, que está «en su ocaso sucio y borroso», ahora es preciso «vencer a la intolerancia» y a las ideas que justifican esas acciones terroristas. Creo que acierta en el diagnóstico, que el apoyo a ETA, su base social, es lo que queda efectivamente de esa mafia. Una base incomprensiblemente amplia a estas alturas del siglo. Si la generosidad de las víctimas es el secreto, como piensa López, yo diría que puede darlo por hecho. Si algo les ha sobrado siempre a las víctimas de ETA es… eso.

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