Carlos Carnicero – Pero, ¿quién trabaja en Madrid?.


MADRID, 3 (OTR/PRESS)

Todos los días hay por lo menos un desayuno apasionante. Ministros, presidentes autonómicos, dirigentes de grandes compañías, economistas de prestigio* Desde las nueve de la mañana hasta por lo menos las once, los personajes exponen sus puntos de vista y se someten a las preguntas del respetable: periodistas, otros empresarios, otros políticos. La capital de España es una noria donde se agitan la ideas, pocas o muchas, y se dictan recetas que se aplican o no a un enfermo, España, que cada día tiene peor aspecto y cuyas sus constantes declinan.

La iniciativa es encomiable porque pretende resucitar el diálogo en un universo de sordos en que se ha constituido la política española. Algunos desayunos, como los que organiza desde hace mucho tiempo la agencia Europa Press son un clásico y han salido imitadores al amparo de nuevos patrocinios. Ahora los hay a docenas.

La pregunta que está sin responder es cuando trabajan la pléyade de profesionales de la palabra matutina que en ningún caso pueden llegar a su puesto de trabajo antes de las once y media de la mañana cuando se han disipado los ecos de los últimos análisis de los artistas invitados. Nada que objetar a la iniciativa, todo lo contrario, porque además desde el punto de vista informativo este tipo de actos promueven que el invitado, quizá todavía un poco dormido por la hora, tiende a soltarse la lengua y a ser más sincero de lo que acostumbra.

La mayoría de los países europeos madrugan mucho más que nosotros. Me refiero, claro, a las clases dirigentes, porque en España, como en todas partes, las fabricas arrancan el primer turno bien temprano. Aquí, los hombres importantes -escasean las mujeres en este tipo de convocatorias- no entienden de conciliación familiar y llegan a casa tarde, por la noche, cuando los niños están bañados y en la cama. Porque hablar no es lo mismo que trabajar, como predicar no significa dar trigo. Bienvenido sea el culto a la palabra, pero probablemente debiera ser a hora más temprana, sobre todo porque muchos de los que instruyen en estos desayunos se quejan de que en España la productividad es baja.

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