MADRID, 3 (OTR/PRESS)
El Rey don Juan Carlos acaba de recibir en Madrid el premio «FAES de la Libertad» otorgado por la Fundación que preside José María Aznar y que, en teoría, constituye el laboratorio de ideas del PP, aunque todo el mundo sabe que la relación entre el ex presidente del Gobierno y Mariano Rajoy es manifiestamente mejorable. FAES cumple en estas fechas veinte años de existencia. Es, sin ninguna duda, el «think tank» más importante que existe en nuestro país y con motivo de este aniversario ha instaurado este «Premio de la Libertad», que de forma tan acertada como justa ha concedido en su primera edición al primero de los españoles.
Hay que empeñarse mucho en negar la evidencia, si no se quiere reconocer el papel trascendental que ha jugado el Rey para que llegara la democracia a nuestro país y para que luego se consolidara. De una forma un tanto cursi, se ha dicho, para definir el papel jugado durante la complicada y difícil etapa de la transición política en España, que don Juan Carlos fue «el motor del cambio». Desde la elección como presidente del Gobierno de una persona joven y empeñada en llevar adelante ese cambio, como fue Adolfo Suárez, al papel de muro de contención que supuso su persona, su figura y su actuación en la triste noche del 23-F de 1981 cuando unos militares golpistas asaltaron el Congreso de los Diputados en plena sesión de investidura de Leopoldo Calvo Sotelo, con la clara y decidida intención de provocar un cambio de rumbo en la dirección política de nuestro país, pasando por la solidaridad y cercanía que siempre ha demostrado con quienes han sufrido directamente la barbarie terrorista, el papel del Rey ha sido fundamental.
El Rey ha apostado desde el primer momento por la democracia, por la libertad, por la convivencia entre todos los españoles dentro de un marco de respeto mutuo entre las diferentes sensibilidades políticas y sociales que conviven en España. La Monarquía parlamentaria que encarna don Juan Carlos no puede ir mucho más allá de ese papel moderador de la Corona que le otorga la Constitución. Pero eso es la teoría, porque en la práctica, la figura del Rey y la persona de don Juan Carlos pueden prestar y en la práctica han prestado muchos servicios a la convivencia de los españoles.
Los momentos políticos y sociales que vive actualmente España no son precisamente los mejores de nuestra historia reciente. Muy al contrario, somos cada día más los que pensamos que son los peores y que el modelo de convivencia y de entendimiento entre todos que supuso la Constitución de 1978 está en una grave crisis provocada por muy diferentes motivos, entre los que ocupa un lugar muy relevante la falta de lealtad con las reglas del juego democrático que estableció dicha Constitución por parte de los nacionalismos de todo signo, consentidos y alentados en algunos casos -el del Estatuto de Cataluña pendiente de la sentencia del Tribunal Constitucional es el más flagrante- por la ausencia de un proyecto de cohesión nacional del actual presidente Zapatero. Pero esta situación no rebaja ni un ápice los merecimientos del Rey para hacerse acreedor a un Premio, el de la Libertad, otorgado por la Fundación FAES.