MADRID, 3 (OTR/PRESS)
Viene el Rey y nos habla de un necesario consenso constitucional y ¿qué hacemos nosotros? ¿Debatir si ese consenso debe hacerse en torno al mantenimiento, sin alteración alguna, de la Constitución? ¿Debatir si las fuerzas políticas han de consensuar cambios en nuestra ley fundamental? Nada de eso. La gran polémica nacional se ha centrado en si el acto en el que el Monarca pronunció esa invitación, una entrega de premios de la Fundación aznarista FAES, era el lugar adecuado o no; y, para colmo, si el premio entregado -una escultura francamente horrible, la verdad- tenía o no la calidad artística conveniente. Es la insoportable levedad del ser de esa veleta nacional que es la opinión pública y, tantas veces, también la publicada…
Y así nos ocurre siempre. El relumbrón reemplaza, oculta, los debates verdaderamente importantes. Lo sabe bien, me parece, el Gobierno de Zapatero. ¿Que le va mal en la sesión parlamentaria en la que se trata sobre el proyecto de ley de Economía Sostenible? ¿Que los socialistas se quedan solos y los medios vienen dando caña al texto legal? Pues nada, se monta el número paralelo, de distracción, por ejemplo con lo de los crucifijos que han de ser retirados de las escuelas y ya está el ruido de fondo asegurado. Como si el tema tuviese la menor trascendencia, cuando desde hace tiempo ya no hay crucifijos obligatorios en aula alguna. No importa, porque la oposición enseguida pica el anzuelo y se lanza a la demasía, clamando que tal vez el próximo paso sea suprimir los belenes y la cabalgata de los Reyes Magos. La gran algarabía.
Ya se ve que aquí lo que hay que hacer es, nunca mejor dicho en estos tiempos, armar el Belén. Como con el proyecto de ley de reforma del aborto, aprobado, dijeron, para evitar que una mujer pudiese, ley en mano, ser encarcelada por abortar -desde hace años, ninguna mujer ha ido a la cárcel por ese motivo-. Lo interesante, lo espectacular, suplanta siempre a lo importante, que se va aplazando.
Al Gobierno hay que reconocerle que, en este terreno, sabe hacerlo estupendamente. Yo antes no le presumía estas habilidades, nada por aquí, nada por allá, pero, hop, un proyecto de ley polémico por acullá. Sin embargo, el fenómeno se ha repetido ya suficientes veces como para no pensar que hay un auténtico estratega de la imagen tras el tosco proceder de algunos/as ministros/as. ¿Cuál será el próximo (falso) conejo que sale de la chistera?