José Cavero – La muerte de Solé Tura


MADRID, 5 (OTR/PRESS)

Curiosa y lamentablemente, las celebraciones de la fecha de nacimiento de la Constitución Española de 1978 han coincidido este año con la noticia del fallecimiento de uno de sus «padres» o redactores principales, Jordi Solé Tura, el segundo de estos «padres de la Constitución» desaparecidos, después de Gaby Cisneros. Jordi Solé Tura padecía, desde hace años, la enfermedad de alzheimer, por lo que muchos posiblemente han podido pensar que había fallecido hace tiempo. Curiosamente otro de los políticos a quienes la Constitución debe mucho, es Adolfo Suárez también en una situación personal penosa, por causa de otra enfermedad que le ha causado una cierta ausencia de este mundo, aunque esté físicamente en él y con sus familiares. Por cierto, que hay otro político, también catalán, que viene registrando en su propia cabeza el deterioro de estas enfermedades, el ex alcalde barcelonés Pascual Maragall.

Se afanan los científicos en hallar remedio al Alzheimer, e incluso algunos aseguran que se está avanzando en el descubrimiento de las causas de ese deterioro que borra la memoria. Pero muchos tenemos la experiencia directa de familiares o amigos alcanzados por ese mal, y cómo, de hecho, consigue la desaparición prematura de algunas personas. Suárez, Solé Tura, Maragall, han estado o están en esta serie de «muertos en vida», a quienes sus seres queridos miman de manera extraordinaria. Están ellos, pero sus recuerdos han desaparecido. Y es tanto más lamentable cuando esos personajes han tenido un extraordinario protagonismo público, y su tarea ha quedado como herencia para el futuro.

Es el caso de Solé Tura, siempre en posiciones de izquierda, en el PSUC primero y más recientemente en el PSC, y a quien correspondió, precisamente, como ha recordado ahora Gregorio Peces Barba, -otro de los padres de la Constitución- mantener en del proceso de elaboración de la Constitución las posiciones más progresistas de la Constitución. A Solé Tura, su enfermedad había comenzado por borrarle esos recuerdos y todos los demás: desde las bombas sobre Barcelona del año 38, de las que era testigo. En realidad, la biografía de Solé Tura era la de un perdedor de la guerra civil: obligado a emigrar, se exilió en París, donde vivió en condiciones muy precarias. Fue locutor de la emisora Radio Pirenaica. Vivió también en la capital rumana, Bucarest, y ha relatado que allí, en la Rumanía de Ceausescu, y tras vivir el llamado «comunismo real», se desengañó… luego, de nuevo París, donde tuvo desavenencias con Carrillo. Regresa a Barcelona en el 64, donde ejerce la cátedra de Derecho Político, y de la que fue expulsado por una asamblea del sindicato de Estudiantes. Permanece entonces medio año en la cárcel Modelo de Barcelona. Y muy poco tiempo más tarde, en el 77, ya elegido diputado por el PSUC, es designado ponente de la comisión encargada de redactar la Constitución en representación del PCE. Solé Tura se alinea con el eurocomunismo, y desde él, se pasa más tarde al socialismo. Solé fue, además, ministro de Cultura con Felipe González, recogiendo el testigo de su amigo y compañero en el exilio Jorge-Federico Semprún. Curiosamente, a Solé Tura le correspondió, como ministro, la negociación para la adquisición por el Estado español de la Colección Thyssen de pintura. Toda una aventura vital, que ahora ha terminado. O que ya había terminado hace un par de años, cuando se borraron sus importantísimos recuerdos.

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