MADRID, 5 (OTR/PRESS)
El Gobierno está sumido en el desconcierto y lleva unos días desbordado por acontecimientos de fácil solución política. Sólo tiene que decir alto y claro si va a abordar los derechos de autor en Internet y por tanto a penalizar la piratería o no. Sólo tiene que contar, de una vez por todas, si se van a retirar los crucifijos y otros símbolos religiosos de los centros públicos o no. Lo demás es marear al personal intentando no calentar nadie con el único propósito de no perder ni un votante.
Lo que, al parecer, no saben los estrategas de Moncloa y del PSOE, esos que organizan actos y mítines tan modernitos que hacen salir a ministros y pareja presidencial por pasarela y con música de baile, es que la imagen de indefinición, de falta de rigor, «de sí, pero no», según la capacidad de convocatoria de la protesta popular, quita muchos más votos porque refleja el desgobierno.
A Zapatero le eligieron las urnas para que tomara decisiones y si a la ciudadanía no le gustan le retirará su apoyo se ponga como se ponga. No se puede contentar a todo el mundo y a todas horas solo para permanecer en el cargo.
La portavoz parlamentaria del PP, Soraya Sáenz de Santamaría, que no es una mujer especialmente graciosa, estuvo ocurrente al llamar al presidente «Zapatero I, el Rectificador», y la que no ha debido todavía salir de su pasmo es la responsable e Cultura Angeles González Sinde. No se entiende como no presentó su dimisión fulminante e irrevocable el mismo jueves tras la desautorización pública de su jefe.
Esto de la «Economía Sostenible» a González Sinde le ha pillado de refilón. El proyecto se ha redactado en la oficina económica de Moncloa, dependiente de la Vicepresidenta Salgado. Sinde se ofreció a explicarlo a los sectores afectados antes de hacerlo público y le dijeron que no. Cuando se monta la revuelta en la red se reúne con los internautas, no los convence, y Zapatero la desmiente porque no quiere líos. No es el primer ministro del actual gabinete que pasa por ese trance pero Sinde lleva más sinsabores que alegrías desde que acepto la cartera.
No había jurado el cargo y ya le llovían las críticas desde Internet en un avance de la que se ha montado después. Llegó a Cultura por una estrategia electoral de intentar volver a ganarse al mundo del cine, tras dirigir la Academia sin sobresaltos. Pero es precisamente la gente del cine, junto con los músicos, los que más exigen el respeto a sus derechos de autor con una legislación contra la piratería.
Una directora de cine no era el perfil para mediar en este conflicto. A no ser que Zapatero, cuando la nombró, ya pensara que él iba a ejercer, también, de Ministro de Cultura. Felipe Gonzalez prefirió confiar, y plenamente, en personas de la talla de Jorge Semprún o Jordi Solé Tura, nada menos que un padre de la Constitución, que acaba de fallecer y al que este país le debe mucho reconocimiento y mucho agradecimiento.