MADRID, 10 (OTR/PRESS)
Dice el refrán que a perro flaco todos son pulgas y tal parece ser el registro en el que se encuentra el Gobierno del señor Zapatero. Por sí las patatas calientes del secuestro en Mauritania de los cooperantes, la crisis con Marruecos a cuenta del caso de la señora Haidar o el incidente de los guardias civiles en Gibraltar pesaban poco, llegó la ducha escocesa de «Standard & Poors» rebajando la calificación que retrata la solvencia y los riesgos de la economía española. Ha sido tanto como dar una patada a un cojo horas después de otra que ya nos había atizado el gobernador Trichet al recordar de manera nada diplomática que en Europa sólo hay un euro y de que, en consecuencia, los problemas de la economía española no van a retrasar la recuperación del resto de los países de la Unión. Dicho de otra manera: que el BCE no va a cargar con la recesión española. Aunque con palabras medidas también Joaquín Almunia, flamante vicepresidente de la UE y futuro comisario de la Competencia ancla sus previsiones para la economía española en términos de los últimos de la fila en salir de la recesión.
No digo que la realidad sea exactamente así, de hecho la comparecencia de Zapatero en rueda de prensa recitando las actuaciones del «Plan E» y de otras iniciativas del Gobierno pretende refutar esa imagen, pero constatar que todos los problemas están llamando a la vez y que todos golpean con fuerza a la misma puerta, transmite una inevitable sensación de desbordamiento. La imagen es la del boxeador agotado que deambula por el cuadrilátero a la espera de que suene la campana o de que el árbitro pare el combate; agotado más por falta de fondo físico que por efecto de los golpes de su rival. Sólo la victoria en Kiev del Barça (su equipo del alma), debió aliviar la melancolía que ronda al presidente Rodríguez Zapatero. Parvo consuelo.