Antonio Casado – Las guerras de Obama.


MADRID, 11 (OTR/PRESS)

La frase aparece hasta en algunos cuarteles españoles. «Si vis pacem para bellum» («Si quieres paz, prepárate para la guerra»). Se atribuye a un escritor romano, Vigecio o Vegetius, que glosaba temas bélicos a finales del siglo IV. Y mire usted por donde ha sido repicada dieciséis siglos después por el comandante en jefe de los actuales ejércitos imperiales.

Repicada más en el espíritu que en la letra, probablemente inédita en la memoria de Barack Obama, flamante Premio Nobel de la Paz 2009 y enésimo emperador dispuesto a distinguir entre las guerras justas y las que no lo son. Y dispuesto también a llevarle la contraria al movimiento pacifista: si quieres paz tienes que prepararte para la paz. Un lema de adhesión imposible para quien pilota una potencia mundial forjada sobre el instrumentalismo de los conceptos de «guerra» o «paz». Simples herramientas para desplegar estrategias de poder y no valores morales de aplicación orientada a lograr un orden mundial justo.

¿Es que de repente todo eso cambiará con la llegada de un presidente dispuesto a apoyarse en la doble barandilla de moralidad y legalidad en el caso de lo que él considera guerras «necesarias»? Si la moralidad es concepto discutido y discutible, como diría Zapatero, no queda otra referencia mesurable que la del imperio de la ley. En este caso, el Derecho internacional, cuya doctrina está recogida en la Carta de las Naciones Unidas -una especie de Constitución para el mundo- y las resoluciones de su Consejo de Seguridad.

Justamente el Consejo de Seguridad de la ONU es la única institución habilitada para decidir el cuándo y el cómo del uso de la fuerza. O sea, la interpretación del título VII de la Carta en cuanto a supuestos de legítima defensa, persecución en caliente, invasión de un país por otro y, en general, las amenazas a la paz y la seguridad en las distintas regiones del mundo. Siempre que el uso de la fuerza sea «proporcionado».

En su discurso de aceptación del Nobel de la Paz no precisó tanto el jueves pasado en Oslo. Ni siquiera mencionó la Carta de la ONU como fuente de la legalidad internacional que regula el uso de la fuerza militar. Cierto. Pero sí habló con toda claridad del respeto a las «reglas del juego» como requisito ineludible para que una guerra pudiera ser considerada «necesaria» o «justa». Y en ese sentido, no pudo ser más explícito a la hora de calificar las dos guerras en las que está implicado el Ejército americano.

Mencionó dos ejemplos de guerras necesarias. Una, la actual de Afganistán, para la que acaba de reclamar una aportación suplementaria de 30.000 soldados. Y otra, la que se libró contra Irak en 1991, por la invasión de Kuwait. Silencio sobre la actual guerra de Irak, que Obama ha heredado de Bush. No encaja en su concepto de guerra necesaria. Algo es algo, aunque insuficiente a todas luces como para otorgarle el Premio Nobel de la Paz.

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