Fernando Jáuregui – La larga marcha.


MADRID, 14 (OTR/PRESS)

Creo que alguien tiene que romper en este país nuestro una lanza a favor de los sindicatos. Los atacan por salir este sábado a la calle, con la que está cayendo. Pero me parece que tienen perfecto derecho a movilizarse y manifestarse, como lo hacen tantos otros colectivos, instituciones y hasta individualidades. Es más: me parece lógico que se manifiesten rechazando la política de la patronal y su escasa voluntad, aquí y ahora, de diálogo. El día en que los sindicatos se movilicen en pro de los empresarios, o viceversa, alguien se habrá vuelto loco.

También he escuchado críticas por el hecho de que sea una estrella televisiva, Wyoming, la que presente el acto; me parece una justa reciprocidad al hecho de que otros periodistas y famosos de la comunicación sean quienes lancen las proclamas en otro tipo de convocatorias, por ejemplo en las manifestaciones contra el aborto. Todo me parece legítimo, e intentar restringir a unos su derecho a salir a la calle (y a leer proclamas), mientras se jalea lo mismo cuando lo hacen otros, es maniqueo.

Digo todo esto por las quejas y diatribas que he leído/escuchado en las últimas horas ante la manifestación convocada para este sábado por los sindicatos. Otra cosa es la mayor o menor oportunidad de la iniciativa alentada por Méndez y Toxo, o por UGT y CC.OO: allá ellos con su estrategia. Claro, algo tenían que hacer los representantes del mundo del trabajo cuando desde sectores mucho más proclives a la patronal que a ellos les exigían protestas activas -hasta llegar a la huelga general_contra la crisis económica. Como si una huelga general hubiese evitado la crisis o ayudado a salir de ella.

Considero, así, la manifestación de este sábado como un acto de presencia, un «existimos». Mucho más que una amenaza contra los empresarios, digan lo que digan algunos representantes de estos.

Por lo demás, entiendo perfectamente a quienes dicen que parece algo peligroso cualquier atisbo de enfrentamiento, en estos momentos, entre trabajadores y empresarios. Y también puedo compartir algunas críticas dirigidas al funcionamiento de las centrales sindicales, a la burocracia de ciertos liberados, a su dependencia de los partidos y a la falta de iniciativas de que en no pocas ocasiones hacen gala.

Pero tengo la certeza de que tanto Cándido Méndez como Ignacio Fernández Toxo, por citar los dos ejemplos más visibles, son gente de honradez inalterable, y ambos están convencidos -personalmente, se lo agradezco_de que los movimientos huelguísticos y las medidas de presión no harían sino empeorar una situación económica ya de por sí preocupante.

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