Rafael Torres – Al margen – La súplica al Rey.


MADRID, 11 (OTR/PRESS)

Difícil discernir qué es más pintoresco, si el discurso de Obama en la recepción del Nóbel o los trajines de Cayo Lara y de algunos presuntos republicanos con el rey. Que un individuo agradezca la concesión a su persona del Nóbel de la Paz haciendo una apología de la Guerra, de la necesidad de la Guerra, tiene delito, pero que unos señores que se reputan de republicanos le pidan una merced al Monarca, encabezando su misiva con un detonante Majestad, también lo tiene, bien que mucho menos cruento y dentro de los límites de la simple incoherencia política e intelectual.

El disparatado discurso de Obama en Oslo no lo es tanto, en realidad, si se piensa que el personaje es el presidente de un país que mantiene activas dos devastadoras guerras de agresión, en Irak y Afganistán, y un centro, Guantánamo, de tortura y detención ilegales. El disparate no es, lógicamente, el contenido del discurso, un poco al estilo Far West, sino que le hayan otorgado el Nóbel de la Paz. Lo de los supuestos republicanos rogando humildemente al rey que se salte a la torera un fundamento esencial del estado de derecho, el que establece que es el Gobierno elegido democráticamente, e investido por tanto de la única legitimidad, el que debe actuar en el caso Haidar, y llame a su amigo, colega, hermano, primo o lo que sea, el rey de Marruecos, para que le haga el favor de que permita el retorno a su tierra, a su hogar, de la infortunada saharaui, debe inscribirse, pese a la muy noble intención subyacente de salvar una vida, en el ámbito de la incongruencia, una incongruencia que debe estar haciendo muy felices, por cierto, a los enemigos de la ética y de la estética republicanas. Un republicano de verdad, específico, no le pide nada a un rey, salvo que dimita y pase a ocupar plaza de ciudadano como los demás, pero como tampoco nadie señala que ni Cayo ni los firmantes de la súplica son específicamente republicanos, o sea, republicanos, sino sólo accidental, transitoria y testimonialmente partidarios de una República, ahí queda el dislate, registrado en los anales de Celtiberia Show. Pero también queda, intacta por la inanidad del gobierno, la tragedia de esa mujer y de su pueblo.

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