Victoria Lafora – Cuando votar sale gratis


MADRID, 12 (OTR/PRESS)

Las encuestas sobre intención de voto, a dos años de las elecciones, pueden marcar un determinado estado de opinión, una tendencia, pero en absoluto una realidad fija e inamovible sobre la decisión de los electores. Sólo el grupo de los incondicionales, los que votan a unas determinadas siglas pase lo que pase, los hooligans que acuden indefectiblemente a los mítines para jalear, se diga lo que se diga, y a hacer bulto, tienen decidido su voto a tan largo plazo. El resto de la ciudadanía se lo piensa mucho; analiza, sopesa, y decide a una semana de la jornada electoral, y algunos incluso en el último instante, frente a la mesa de las papeletas. Por eso, las alegrías ante las encuestas que se publican, incluyendo las más completas del CIS, resultan, a tan largo plazo, bastante fatuas, porque luego la realidad se impone, las heridas se cierran o se abren aún más, y pasa lo que pasa.

En las consultas independentistas, que se están poniendo tan de moda en Cataluña, sucede algo parecido pero en mayor proporción. Porque, en este caso, el voto no solo es inútil sino que sale gratis. Ni tan siquiera responde a un determinado estado de opinión sobre el tema concreto que se vota, ni tampoco a una determinada tendencia. Su sentido real, el de apoyar la independencia, se distorsiona y se diluye en otras componendas. Con el se puede mostrar un malestar, la dignidad herida de un pueblo, el desapego más o menos coyuntural, más o menos profundo, el cabreo ante unas determinadas circunstancias, pero no el deseo de romper definitivamente con una identidad; no la voluntad extrema de separarse de España. Ese es otro cantar que solo se expresaría realmente si no saliera gratis. Y quienes convocan estas iniciativas lo saben.

Son muchos los que se suben a este carro de las consultas tratando de encontrar una parcela de gloria en la respuesta. Unos porque reivindican algo que siempre ha estado presente en sus programas, otros para no ser menos y para que el ascua del acontecimiento se acerque también a sus sardinas, y otros porque necesitan urgentemente aprovechar un éxito, que nada tienen que ver con lo que se está cociendo, y crearse una imagen política de la que vivir cuando se jubilen de su actual trabajo. El señor Laporta es de estos últimos. Y menos mal que muy pronto dejará la presidencia del Futbol Club Barcelona, porque, de lo contrario, le estaría haciendo un muy mal servicio a la institución. Y es que, volviendo a las encuestas, son muchos los españoles que sienten al Barcelona como su equipo pero que no soportan que Laporta, de manera oportunista, lo contamine con unas ideas políticas, sean estas las que sean, que nada tienen que ver con el deporte.

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