Consuelo Sánchez-Vicente – Contra el sectarismo.


MADRID, 16 (OTR/PRESS)

Como polémica, estarán conmigo en que es de lo más vistosa; curas contra su obispo, y por escrito, sin que el agraviado ni siquiera haya tomado aun posesión. Un rechazo preventivo en toda regla. Y de lo más significativo. Aunque hay quien está tratando de presentarlo como una bofetada contra el presidente de la Conferencia Episcopal española, continuación del viejo enfrentamiento entre «progres» y «carcas» de la jerarquía, se trata, si nos fijamos bien, de una rebelión «antisistema», es decir contra el Vaticano y si me apuran hasta contra el propio Papa, que en última instancia es quien ordena y manda estos nombramientos. Y no por falta de valores pastorales del rechazado sino por no ser suficientemente nacionalista

Que estos señores curas están en su derecho de protestar tan alto como quieran para mí es innegable. Abordar en serio la rebelión de la mayoría de los párrocos de Guipúzcoa contra monseñor Munilla yo creo que obliga a partir de la cuestión previa de que uno de los mayores valores de la democracia es que reconoce y ampara el derecho a expresarse con entera libertad. ¡Faltaría más! Seria un sinsentido negárselo a estos curas sólo porque el sistema de toma de decisión de la Iglesia católica no es asambleario sino jerárquico. Ahora, que cuando uno pertenece voluntariamente a un club privado, como en definitiva es una Iglesia, está obligado a respetar las reglas del juego le gusten o no, es de cajón. Que todo lo que puede hacer si no le gustan es intentar cambiarlas concitando más voluntades y sumando más votos que los que están conformes con ellas, también. Y que si persiste en lo primero y no consigue lo segundo lo que le queda es romper el carné y darse de baja en ese club, también.

El carácter nacionalista de «los protestantes» a mí me parece lo menos relevante de esta cuestión, en lo que al fondo del asunto se refiere daría igual que en vez de descalificar a su obispo por poco nacionalista le descalificasen por lo contrario. Y lo mismo me pasa con que el contestado sea obispo, aunque fuera astronauta. El fondo del asunto, en mi opinión, es doble, por un lado, el ya mencionado de que las reglas de los juegos que aceptamos jugar los adultos, o se cambian o se cumplen, y si no podemos cambiarlas se aceptan o uno se va. Por otro lado: el sectarismo; ¡que mundo tan sectario estamos construyendo!, de «conmigo o contra mí». Los sectarios -periodistas, políticos, economistas, curas, igual da- proliferan como setas tras la lluvia en estos tiempos, infectando la convivencia. Esa miseria de creer que ser demócrata es respetar sólo a quienes coinciden con nuestra particular visión del mundo, es lo que asusta.

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