MADRID, 21 (OTR/PRESS)
La desafección que una buena parte de la ciudadanía muestra hacia la clase política y hacia los gobernantes tiene múltiples y variadas causas, una de las cuales, no menor, es la derivada de los falsos debates y la confusión de prioridades que con frecuencia alienta y practica esa clase política. Dos claros ejemplos de esto último que han sucedido en los días pasados son el debate en el Parlamento de Cataluña sobre la prohibición de las corridas de toros en dicha Comunidad y el rechazo mostrado por una parte del clero guipuzcoano al nuevo Obispo de San Sebastian, José Ignacio Munilla.
Es cierto que el primero de esos debates ha sido provocado por la recogida de 180.000 firmas en Cataluña que han «obligado» al Parlamento de la Comunidad a debatir su admisión a trámite. Pero es igual de cierto que los partidos independentistas y nacionalistas han visto en este falso debate sobre los toros, una ocasión de oro para sacar a relucir sus mas rancios prejuicios sobre lo que se conoce como la «fiesta nacional». No dudo que haya diputados de ERC y de CIU, como los puede haber en el PSC o en el PP, que puedan sentir un rechazo innato a lo que ellos consideran el maltrato y la tortura de un animal, en este caso el toro de lidia, pero estoy convencido que hay muchos mas diputados de esos dos grupos nacionalistas que han aprovechado este debate para hacer de nuevo política ramplona.
En el caso del rechazo mostrado al nombramiento del Obispo Munilla, los protagonistas no son sólo ni principalmente los sacerdotes y párrocos que han hecho pública su postura crítica, sino todos aquellos políticos, fundamentalmente del PNV, que durante estas semanas han estado calentando el ambiente, con descalificaciones de todo tipo -ultraconservador es lo mas «bonito» que le han llamado al nuevo Prelado- en un ejercicio de clericalismo trasnochado. En el caso del PNV, un partido que tiene como lema fundacional «Dios y leyes viejas», el nerviosismo en su actual dirección es evidente, después de haber tomado la disparatada decisión de apoyar en el Congreso de los Diputados la nueva ley del aborto que consagra en la práctica el aborto libre. Cabe recordar que el Obispo Munilla tildó de «cómplices de asesinato» a todos aquellos políticos que propiciaran con su voto la aprobación de la nueva ley.
Parece evidente que las preocupaciones que en estos momentos puedan tener los ciudadanos de Cataluña y del País Vasco están muy alejadas tanto de las corridas de toros como de los nombramientos episcopales. Dando por sentado que los ciudadanos catalanes y vascos son mucho mas normales que sus respectivas clases políticas, es de suponer que les preocupa, como a casi todo el mundo, la grave crisis económica que se está viviendo -también en esas dos Comunidades Autónomas- el paro, la dificultad para llegar a final de mes y poder pagar la hipoteca de la casa o el colegio de sus hijos. Pero para algunos políticos es más cómodo y menos comprometido suscitar falsos debates que resolver los problemas cotidianos de la gente.