Rafael Martínez Simancas – Sin etiqueta – Cumbres borrascosas


MADRID, 22 (OTR/PRESS)

Lo de Copenhague acabó tan mal como había empezado. Y, acto seguido, como señal de venganza del cielo Europa se heló. Y como nosotros somos Europa, también. Desde que construimos esta sociedad moderna de la fibra de vidrio y los teléfonos móviles, el cielo empezó a sobrar en nuestros planes. Nos irrita que llueva o que nieve, nos pone de mal café que las carreteras se hielen, y no podemos soportar que se cierre un aeropuerto a causa de fuerza mayor. Así que hemos llegado a este nivel de tecnología para cabrearnos cuando caen copos de nieve; absurdo y verdadero de manera simultánea. Hemos «colonizado» el campo con toneladas de asfalto y hormigón pero luego no queremos padecer las consecuencias que tiene la naturaleza a la que negamos su existencia a base de humos y contaminaciones de diversa índole. Esta civilización occidental está hecha para climas cálidos y días secos, en cuanto el termómetro baja de cero grados se nos complica la vida de una manera extraordinaria.

Los romanos, que de comunicaciones y de movimientos de masas sabían lo suyo, recluían a sus legiones cuando venía el frío en los famosos cuarteles de invierno. Allí formaban a los reclutas para cuando llegara la primavera y lo hacían tanto física como mentalmente, no en vano a las tiendas que les servían de alojamiento les llamaban «contubernios». Siglos más tarde un gran estratega militar, Napoleón Bonaparte, perdió a cien mil soldados en Rusia al enfrentarse al «general invierno». Nosotros, en cambio, pretendemos que las vías estén libres todos los días del año, y en caso contrario la pagamos con la autoridad correspondiente. Este año no está Magdalena Alvarez con lo cuál las iras han caído de manera más repartida, como si fuera una pedrea con varios «agraciados». No se libran ni alcaldes, ni presidentes de Comunidad, ni aeropuertos, ni compañías de aviación. Digamos que a la cuestión climática añadimos nuestro propio factor de corrección que es la permanente irritación hispana. Aunque la frase se inventó en Italia: «piove, porco goberno», el desarrollo de la misma es netamente español.

También se ha helado el aeropuerto de Milán y no se ha pedido que Berlusconi «ponga la otra mejilla», (la habitual la tiene en chapa y pintura). También se detuvo la circulación de trenes bajo el Canal de La Mancha y no se ha pedido que Sarkozy se arrodille en la escalinata del Elíseo. Por nevar hasta para moverse por Washington hacen falta esquís, y no por ello Obama ha devuelto el Premio Nobel.

Nos gusta exagerar de manera «exagerada», y acentuar que todo lo malo sólo nos pasa a nosotros. Y, siempre, la culpa la tiene alguna autoridad incompetente. No es que el clima haya cambiado, ahora los raritos somos nosotros que para oler a pino no subimos a la montaña sino que nos compramos un desodorante que ponemos debajo del asiento del coche.

RAFAEL MARTINEZ SIMANCAS

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