MADRID, 23 (OTR/PRESS)
Me gusta la Navidad, lo reconozco sin rubor. Y escribo que lo reconozco sin rubor porque estamos asistiendo a un embite brutal para que poco a poco se vayan borrando las huellas de la Navidad y convertir estas fechas en meras vacaciones de invierno. Veran, yo creo que independientemente del calado religioso de la Navidads, hay también un aspecto cultural. La Navidad es parte de nuestra cultura, de una cultura que ha ido haciendo Occidente durante dos mil años y que no debemos dejarnos arrebatar.
Una de las cosas que me producen más aversión son los fanáticos, en el pasado hubo fanáticos que mataban en nombre de la religión (recordemos las Cruzadas o la Inquisición)y hoy en día continúa habiendolos (ahí está Al Queda por no ir más lejos). El mundo también ha padecido el fanatismo políticos en el siglo pasado. Ahora nos encontramos con los fanáticos del laicismo. Estos son pacificos, es decir no van encendiendo «piras», pero han hecho del laicismo una religión, y agunos están dispuestos a lograr que se borre esa história de dos mil años que es la cultura judeo-cristiana.
Hay laicos tan fanaticos que piden que no se pongan Nacimientos en lugares públicos, que abominan de cualquier signo navideño. Son los mismos que quieren desatar la «guerra de los crucifijos» exigiendo que no puedan estar en ningún aula. Son los mismos que se empeñan en querer borrar el cristianismo como si eso fuera posible. No lo es porque ya digo, que independientemente de las creencias de cada uno, insisto en que la nuestra es una cultura judeo-cristiana, y por tanto borrar esas huellas sería tanto como suprimir nuestra identidad. Somos lo que somos porque venimos de donde venimos.
En los últimos años algunos alcaldes deseosos de no molestar a quienes militan en esta corriente laicista tan exagerada, se han plegado a algunas de sus eicxgencias. Así algunas ciudades, por ejemplo Madrid, no lucen decoración navideña. No digo que no haya luces especiales, que las hay, solo que más se parecen a las del Ferial de Sevillla en abril. O seas que celebramos una fiesta invernal porque sí, pero ni rastro de la Navidad.
A mí esa actitud de algunos, siento decirlo, me parece una solemne majadería. Una cosa es que cada cual tenga sus creencias y otra querer borrar por decreto dos mil años de tradición e historia. Yo a eso no me apunto, de manera que «Feliz Navidad».