MADRID, 27 (OTR/PRESS)
Benedicto XVI acaba de decir que ésta no es sólo una crisis económica sino moral y espiritual y que la solución a los dramas que vive la humanidad está en el abandono de la violencia y la venganza, en el fin de las injusticias, las guerras, los abusos y las permanentes violaciones de los derechos humanos que sufren millones de ciudadanos. Es decir, en el compromiso con el mensaje que trajo al mundo hace poco más de dos mil años el Dios de todos: amor e igualdad, el bien común como objetivo, el respeto a los más débiles, empezando por los aún no nacidos. El verdadero y único mensaje de una Navidad que están y estamos prostituyendo a una velocidad estratosférica. También el Rey en su mensaje navideño, apelaba al sentido de Estado ante la crisis y a la honradez de quienes gestionan lo público, hoy que se multiplican los casos de corrupción.
Es Navidad, pero se nota poco. Los símbolos religiosos tradicionales, tal vez salvo el belén, están siendo arrinconados o desterrados de los espacios públicos, aunque sean patrimonio y germen de nuestra cultura milenaria. Esa Navidad laica que algunos desean se está imponiendo de una doble manera. Desde el poder para acabar con la fuerza y la influencia históricas de la Iglesia. Desde las propias filas católicas por una falta de vivencia real de lo que significa la Navidad. Jesús eligió para nacer un humilde pesebre y nosotros celebramos la Navidad con la máxima ostentación y un consumo desbordado, incluso en la crisis, en medio de ese escándalo que significa tener cuatro millones de desempleados sin esperanza.
Y hay muchos más motivos para el escándalo «navideño»: la falta de comunión de un obispo con su sucesor, cuando dice que con su designación «se ha herido» al clero vasco; los políticos hipócritas dispuestos a votar lo que sea con tal de conseguir más dinero; la prejubilación de un banquero que va a cobrar 8,7 millones de euros del fondo de pensiones que le ha ido pagando «su» banco, que va a mantener el ochenta por ciento de su sueldo hasta la jubilación -«sólo» 532.000 euros anuales- y todo ello sin dejar el Consejo de Administración cobrando otro pico considerable. Y luego nos dicen que hay que ayudar a la banca. O el escándalo de los millones de euros que cobran los deportistas. El último, Gasol, quince millones por año, 41.095 euros por día. Y eso que es más sincero que nadie: «me da apuro hablar de esas cifras, nadie lo vale».
Por todo eso es precisa una respuesta moral a la crisis. Un pacto por la dignidad de los políticos y de los empresarios; por la honradez de todos, también de cada uno de nosotros; por la Política con mayúsculas; por la búsqueda de la Verdad y de la trascendencia. Estamos despojando de todo sentido religioso a la Navidad y a la vida. Nos están tratando de imponer la religión de la no-religión. Y lo grave es que eso empobrece a la sociedad y a los hombres. Nos ha nacido, otra vez, el Dios del Amor. Los cristianos y la propia Iglesia deberíamos hacer algo más que quejarnos para que no llegue nunca ese mundo sin Dios que algunos buscan denodadamente.