Fermín Bocos – Demagogia de altos vuelos.


MADRID, 30 (OTR/PRESS)

Ignoro si es cierto que los controladores aéreos están llevando a cabo una huelga encubierta. Aunque la denuncia procede directamente del Ministerio de Fomento, mi experiencia de los últimos días, tras haber viajado a dos capitales europeas, es otra. Puntualidad tanto en las salidas como en las llegadas.

Por lo que he leído, las posibles demoras se habrían registrado en trayectos relacionados con las Islas Canarias. El ministro de Fomento llama privilegiados a los controladores y, al parecer, el Ministerio también es la fuente que ha desvelado el monto del salario medio que percibe un controlador y la carga anual de horas de trabajo. Tengo para mí que semejantes revelaciones han sido facilitadas con la inocultable intención de crear mala imagen a los mencionados profesionales porque, pese a la relativa prosperidad actual de la que goza el país y, pese a los años transcurridos desde que Francisco de Quevedo escribía aquello de que «en España, la tajada que se lleva uno deja en ayunas a los demás», la envidia sigue siendo deporte nacional. Más la envidia que el trabajo y el esfuerzo para acreditar la pericia y el complejísimo conocimiento técnico que reclaman algunas profesiones.

Por ejemplo, la de controlador de vuelo. Pericia técnica, rapidez mental para tomar decisiones acertadas en situaciones de gran tensión y muchísima responsabilidad. Tanta como poder decir, sin exagerar, que está en sus manos la seguridad -y la vida- de los pasajeros, los pilotos y los tripulantes de los aviones. Así las cosas, convendría que todos supiéramos de qué estamos hablando. No tengo nada que decir -en contra- si en una economía de mercado, como lo es la nuestra, los controladores resulta que cobran lo que cobran. Su tarea es vital y mientras no se demuestre lo contrario están haciendo bien su trabajo.

Lo que me parece cínico es que haya quien se escandalice por lo mucho que ganan los controladores y no tenga nada que decir ante los abultados contratos de la pléyade de personajes y personajillos que pueblan el circo en el que se han convertido algunas cadenas de televisión. Eso sí que me parece reprochable. Escandaloso incluso porque, que se sepa, nada aportan al común. Nada salvo ruido, griterío y chafardeo. De eso, por cierto, hablan poco en los informativos de los mismos canales que, en cambio, se rasgan las vestiduras por lo mucho que cobran los controladores de vuelo. Demagogia, sería la palabra.

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