Isaías Lafuente – Honorable Pep.


Es recurrente. Andamos los periodistas en estos días buscando desaforadamente en los yacimientos de los personajes populares para encontrar aquel que encarne el año que se nos va o que prometa ser figura destacada en el que se nos viene encima. Algunos están esquilmados y es difícil encontrar en un año horrible alguna figura destacada en el ámbito de la política, en el empresarial o en la judicatura. Así que busquemos en el deporte, terreno de juego abonado en el que una generación de jóvenes criados en la fatalidad de los resultados nos ha malacostumbrado a la victoria. Y entre todos ellos destaca un hombre, Pep Guardiola, que ha sabido llevar a su equipo a cotas nunca alcanzadas por ningún otro en la historia, a hazañas difícilmente repetibles salvo que la diosa Fortuna se haya vuelto práctica y haya solicitado un abono culé.

Tiene Pep un envoltorio de bonhomía que esconde una personalidad ambiciosa pero no agresiva. Sabe que la suerte juega también en el deporte pero no deja lugar a la improvisación ni abandona hasta el último segundo de juego. Conoce las estrellas que brillan en el firmamento del fútbol, pero prefiere buscar petróleo bajo la hierba del Camp Nou para hallar deportistas como Pedro, que en apenas doce meses, de su mano, ha pasado de las categorías inferiores a escribir su nombre en la historia del fútbol de élite al ser el único jugador que ha conseguido marcar goles en seis competiciones diferentes en una misma temporada.

Los escépticos dirán que con la plantilla que tiene y con la potencia económica y deportiva del equipo que dirige sus logros han de analizarse con sordina. Pero la trayectoria de otros clubes de potencia semejante y sobre todo, la de jugadores como Messi, gris con su selección nacional y siempre brillante en los momentos críticos con su club, sería mísero poner un solo matiz a su exitoso trabajo.

Este honorable Pep es realista. Y por eso ha declarado que tras una temporada como la vivida todo lo que venga será necesariamente más gris. Quizás sea así, pero incluso la grisura que venga será espejo en el que muchos se deberían, nos deberíamos, mirar.

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