Consuelo Sánchez Vicente – Felicidades y gracias.


MADRID, 06 (OTR/PRESS)

Hubo discursos del Rey y de la ministra de Defensa, Su Majestad para advertir de los retos complejos que habrá que afrontar -la crisis, el nuevo terrorismo- en este tiempo tan canalla que nos está tocando vivir, tan duro que hasta cuesta mantener viva la esperanza de que logre mantenerse en vuelo la paloma de la paz, Carme Chacón para anunciar que, sin un amplio consenso parlamentario, la Ley de Derechos y Deberes de los miembros de las Fuerzas Armadas no se tramitará porque, «en cuestiones militares, la única política posible es la de la unidad». Es una vieja y justa aspiración castrense, pero tiene razón la ministra: el «militar» es uno de los pocos grandes consensos de Estado de la Transición que siguen en pie, y en mi opinión el único que de ninguna de las maneras se puede «volar.

Hubo discursos, sí, y los tradicionales «corrillos». Pero la Pascua Militar nació para expresar la gratitud de la nación a sus Fuerzas Armadas, y yo creo que está muy bien que aunque sea una sola vez al año los protagonistas, también de las crónicas -desde luego de esta crónica- sean ellos, nuestros militares, no la política ni los políticos. Y que en nombre de la nación, del pueblo soberano, se ensalce oficialmente al más alto nivel la enorme capacidad de entrega, servicio y sacrificio de los hombres y las mujeres de nuestros ejércitos, sin tener que esperar para hacerlo a que la maldad, la guerra o alguna desgracia nos convoque a honrar la memoria de los muertos que se nos van quedando por el camino

En defensa de la libertad, se dice y escuchamos decir en los discursos oficiales casi de carrerilla; sin pensar. Y habría que pensarlo. Cada vez. Paladear cada una de las letras de la palabra libertad con gula. No es solo en defensa de nuestra libertad, la de sus compatriotas, por lo que viven y si hay que morir mueren nuestros soldados. Recordémoslo. Las llamadas misiones de paz, que muchas veces son de crudísima guerra, son la prueba. Aunque el gobierno lo esconda. Lo que quería decirles, en fin, es que ustedes y yo tenemos la suerte de haber nacido en la pequeña parte libre del mundo, que tenemos que felicitarnos por ello, y que en el primer renglón del capítulo de agradecimientos deberíamos escribir con letras de oro los nombres de los verdaderos protagonistas del solemne acto de ayer: nuestros militares.

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