Fernando Jáuregui – La estratosfera por la que andamos.


MADRID, 8 (OTR/PRESS)

Alfonso Guerra es, y quien lo dude se equivoca, un gran político. Otra cosa es la valoración que cada cual pueda hacer acerca de cómo aplica sus capacidades. Pero tiene veteranía y la ambición, desde que Zapatero le negó ser presidente del Congreso, controlada. El cupo de importancia lo tiene ya cubierto; por eso, sus declaraciones han de tomarse con una dosis considerable de respeto, por mucho que el histrionismo del personaje, hoy matizado, a veces altere el porcentaje de equilibrio de sus palabras. Dice de la política catalana en general, y me parece que del president Montilla en particular, que está(n) «en la estratosfera» por sus ataques a la aún nonnata sentencia del Constitucional sobre el Estatut. Yo creo que tiene razón el ex «número dos» de Felipe González y actual presidente de la Comisión Constitucional de la Cámara Baja: el president de la Generalitat es una de esas figuras políticas increíbles, cuyo vuelo rasante hace bueno aquel remontarse excesivamente alto de su predecesor, Pasqual Maragall. Montilla nunca incurrirá en una «maragallada», pero jamás albergará en su alma una grandeza. Me parece, como lo fue Maragall, una desgracia para Cataluña, como me temo que se comprobará algún día. Y sospecho que perderá el sillón en las próximas elecciones, porque su tripartito es, desde hace tiempo, inviable. Y su liderazgo político, imposible.

Montilla -y lo que es más lamentable, personajes políticos tan importantes y solventes como el «conseller» de Economía, Antoni Castells_ está poniendo en un riesgo, como jamás ocurriera con Jordi Pujol, la cohesión del Estado. Y todo por su pugnacidad en defender la literalidad de un Estatut que a nadie le preocupa: el texto está en vigor desde hace tiempo, se aplica con mayor o menor normalidad y soportará que el Tribunal Constitucional, en la sentencia más esperada de la Historia, diga que Cataluña no puede ser definida como nación, sino como nacionalidad. O precisiones similares, que, en el fondo, a nadie quitan el sueño y en nada van a variar la realidad de las cosas.

Montilla -y, lo que es más triste, otros personajes políticos del futuro, no del pasado_ cree que el Estatut hace ganar o perder votos en Cataluña y que, por tanto, hay que defender la literalidad de su texto a capa y espada. Como si, a estas alturas, la sentencia del Constitucional fuese a cambiar el estado -lamentable_ de las relaciones entre Cataluña y el resto de España. Sí, están en la estratosfera, como dice Guerra. No solamente Montilla, o Castells, o Artur Mas, o Puigcercós, sino buena parte de la sociedad civil catalana, que se ha dejado arrastrar por esta torrentera. ¿Y el PP? El PP catalán, está claro, no conecta con la mayoría de la población ni con sus aspiraciones nacionalistas, pero eso siempre ha sido así. Cataluña, me lo advertía, poco antes de morar, aquel inmenso político que era Francisco Fernández Ordóñez, quien me parece que contagió su idea a Adolfo Suárez, no es lo mismo que el País Vasco. En Cataluña casi todos son más o menos nacionalistas, quizá un poco independentistas si las cosas no se hacen como es debido. El gran riesgo para España como Estado reside en Cataluña, me decía el inolvidable «Paco». NO en Euskadi.

Montilla -y, lo que es más preocupante, la mayor parte de la clase política catalana_ no hace las cosas como es debido. Carece de la lealtad constitucional que reclama el respeto a las sentencias del Tribunal Constitucional, por muy devaluado que haya quedado el dichoso Tribunal. Y así andan todos, en pos de la entelequia, jorobando al personal y empozoñando la ética y la estética política.

En lo que Guerra se equivoca es en limitar el pensamiento estratosférico a Montilla, a su Govern o a la clase política catalana en general. La estratosfera, o Babia, se extiende como un magma insoslayable por buena parte de la carcundia política nacional a la que damos, los leales y bienpensantes ciudadanos, el pan y la sal. No se entienden, si no, esos fastos europeístas tan alejados de la Europa de los ciudadanos y tan cercanos a la Europa de los prebostes; ni el combate que el Gobierno ha iniciado, en defensa de la Sociedad de Autores, contra los usuarios de Internet. No se entiende, si no, la mayor parte de los titulares de las portadas de los periódicos, que hablan de una clase política instalada en la irrealidad: ahí tiene usted esa polémica entre diversas autonomías acerca del tamaño de los ordenadores que se entregan a nuestros escolares. Si eso no es andar, como Arsmtrong, por la luna, entonces, ¿qué es? Pues eso: en la estratosfera es donde estamos. A Guerra, que tanto sabe de estas cuestiones, tenemos que agradecerle el diagnóstico. Aunque se haya quedado corto.

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