MADRID, 14 (OTR/PRESS)
El alcalde de Barcelona, Jordi Hereu, ha lanzado, de forma unilateral y pienso que algo sorpresiva, la candidatura de la Ciudad Condal para albergar los Juegos olímpicos de invierno en 2022. Compite así con las aspiraciones zaragozanas de organizar los mismos juegos el mismo año. Dos ciudades españolas peleando por la concesión olímpica. Una muestra más de la falta de coordinación política que nos abruma y que propicia toda suerte de «alcaldadas» (no me extraña que el edil de Zaragoza, Juan Alberto Belloch, esté que trina) y bastantes «autonomiadas», que es como supongo que acabaremos llamando a las alcaldadas que cometen ciertos presidentes autonómicos. O tal o cual ministro («ministradas»), como el que acaba de anunciar en Estados Unidos José Blanco, por su cuenta y sin el más mínimo debate previo ciudadano o parlamentario al respecto, que considera inevitable la instalación de los polémicos escáneres corporales en los aeropuertos españoles (¿por qué «inevitable»? ¿porque lo apoyan los Estados Unidos?).
Uno se pregunta muchas cosas a la vista de estos y otros muchos detalles. La tendencia al autoritarismo, a no contar para nada con el ciudadano, a ocupar parcelas de influencia que no siempre les corresponden, se extiende entre muchos de quienes ostentan, y hasta detentan a veces, parcelas de poder.
Pero, en fin, hablábamos de los juegos olímpicos de invierno y del conflicto que se ha creado entre Zaragoza y Barcelona, sin que nadie parezca salir a mediar en la querella entre dos alcaldes socialistas. Y yo que creía que teníamos un superministro de Deportes, que supongo que está para estas cosas…
Me viene a la mente el momento aquel en el que los responsables de la factoría Disney recorrieron varias ciudades españolas buscando dónde instalar su rentable Disneylandia. Se encontraron, estupefactos, con un espectáculo en el que los diversos presidentes que ejercían de virreyes entonces en las tres autonomías visitadas se dedicaban con entusiasmo a descalificar a los otros dos candidatos. Como usted sabe, hoy Disneylandia se encuentra, lógico, en París.
