Fermín Bocos – Vísperas estatutarias.


MADRID, 27 (OTR/PRESS)

En algunos círculos políticos madrileños se dice que la sentencia del Tribunal Constitucional está al caer. Incluso aventuran calendario: la conoceremos en la tercera semana del mes de febrero. No es la primera vez que se habla de fecha para tan esperado parto aunque, hasta ahora, todos los avances se han quedado en profecías fallidas porque, como es sabido, los magistrados del TC van por la vida a paso de elefante. Del fallo vive pendiente la clase política catalana en general y el Gobierno Tripartito en particular.

Montilla y Carod Rovira han convertido el «Estatut» en bandera electoral. También Artur Mas, pero, sobre todo, Montilla, para él es su ultimo tren. Enemistado con Zapatero y muy desgastado políticamente, como dirigente, dentro del PSC tiene más pasado que futuro. Por eso se agarra al «Estatut» como el náufrago a los troncos de la almadía. Que Este asunto interese más a los políticos que a la gente de la calle no resta lógica a la preocupación de la clase política. Su vigilia tiene sentido. Caso de que la sentencia, como apuntan algunas filtraciones, afeite artículos tenidos como intocables por la fuerzas nacionalistas, el presidente Montilla podría convocar ya las elecciones autonómicas. Si así fuera, la campaña electoral cursaría con gran estrépito. Volveríamos a escuchar las grandes palabras que a cuenta de los intereses partidistas desunen a los ciudadanos; las palabras que enfrentan a la tribu e incendian las bajas pasiones de la política.

El TC ha demorado tanto el parto que aunque, como digo, se anuncia como inminente el fallo, ante el espectáculo de exageraciones de los unos y de los otros, uno no puede sustraerse a la melancolía.

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