Rafael Torres – Al margen – Los muertos de la Gripe A.


MADRID, 27(OTR/PRESS)

¿Cuántos seres humanos habrían tenido que morir para justificar la alarma que desató la aparición del virus de la Gripe A? Otra cosa, naturalmente, es la actuación de los laboratorios fabricantes de la vacuna y sus presumibles manejos cabe los gobiernos y la OMS para forrarse, lo cual debería investigarse a fondo, pero que no se diga ahora que la muerte de 15.000 personas en el mundo a causa del N1H1 (unas 300 en España) ha sido un bluf. ¿Cuántos habrían o habríamos tenido que morir?

La prevención ante lo que se supuso un morbo mucho más letal de lo que, afortunadamente, ha resultado ser, nunca estuvo de más, pues sobre evitar un número indeterminado de contagios y fallecimientos, contribuyó a templar el miedo y la angustia de la gente, un miedo y una angustia reales aunque la amenaza no lo fuera tanto. Pero cuando la mortalidad infantil ha sido con esta gripe mucho mayor que con la convencional, cuando se siguen dando abundantes casos de contagio, cuando permanecen graves en las UCI decenas de ciudadanos y cuando en Catalunya murieron cuatro afectados la semana pasada no se puede hablar, en puridad, de timo. La vida de un solo ser humano ya vale más que el dineral que nos han costado las vacunas que por fortuna se pudren en los almacenes, y su preservación, cuando es posible, justifica cuanto en su favor se haga.

Diríase que hay quienes parecen sentirse decepcionados porque la Gripe A no haya diezmado, como en un principio los especialistas llegaron a creer y los particulares a temernos, a la población mundial. Uno, en cambio, se alegra mucho de que no haya sido para tanto, y no olvida que ese virus gripal, el N1H1, se ha llevado por delante a 15.000 personas cuya patología previa era, básicamente, la de que estaban vivas.

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