Consuelo Sánchez-Vicente – El Estado «azucarillo».


MADRID, 3 (OTR/PRESS)

En la polémica desatada por el presidente castellano-manchego José María Barreda sobre la conveniencia de que Zapatero cambie el gobierno después de la presidencia de la UE por otro con menos ministros y «más orientado a combatir aquello que más preocupa a los ciudadanos», coinciden varios de los ingredientes de la farsa. Negar lo evidente, por ejemplo. O alimentar equívocos, jugar con la buena fe del espectador-votante.

La férrea disciplina que está ocupando en los partidos políticos el lugar que debería ocupar la democracia interna, sella las bocas de muchos dirigentes y militantes socialistas que comparten con Barreda la preocupación por la deriva de la nave gubernamental: casi un buque fantasma, en realidad, con cuatro o cinco ministros y ministras a los que solo conocen uno de cada tres españoles según las encuestas, otros más conocidos pero que ni bajo tortura podríamos decir que es lo que hacen, y la credibilidad del propio presidente en caída libre. Bocas que no callan en privado, mudas en público; otras que se abren ante el micrófono para decir «diego» donde sin él dijeron «digo»; y otras, en fin, que se abren directamente para mentir.

Hacer «la pelota» al jefe es fundamental para no caerse de las listas electorales en nuestra ¿»partitocracia»? Yo me temo que cada vez estamos más cerca de serlo. Tenemos una ley electoral que promueve la obediencia debida. Pero, desde la Transición, que una ya va teniendo sus años y su memoria histórica, pocas veces he visto yo cumplir la orden de lapidar verbalmente a un compañero díscolo con menos convicción que los dirigentes y los ministros socialistas contra Barreda. La competencia de cambiar el gobierno es de Zapatero, le ha respondido entre otros su compañero catalán Montilla. ¡Menudo descubrimiento! Ahora, como fórmula de compromiso, para mojarse lo justo, perfecta. Montilla tiene elecciones catalanas este año y el siguiente hay municipales para todos y en casos como Castilla-La Mancha además autonómicas. A lo que le ha puesto voz Barreda, en mi opinión, por lo que «los montillas» solo le riñen con la boca pequeña, es al miedo. No a que España se hunda si Zapatero no cambia de gobierno, sino a que el descrédito del gobierno central les haga perder su cuota de poder en sus corralitos, el gobierno de sus autonomías y sus ayuntamientos: sus graneros «personales» de votos. Su peso específico en votos en el partido, vamos.

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