José Cavero – La oración de Zapatero.


MADRID, 4 (OTR/PRESS)

El Desayuno Nacional de Oración al que fue invitado el presidente español, José Luis Rodríguez Zapatero, en la capital americana, ha dado muchísimo de sí, antes de su celebración, y lo seguirá dando una vez se produzca. Se han sucedido los comentarios de toda suerte: muchos sarcasmos, no pocas ironías, incluso algunas voces de quienes piensan que el presidente no debió acudir a Washington ni aceptar la invitación a ser «el invitado de honor». Incluso, a última hora, la declaración impertinente de González Pons que manifestó que le hubiera gustado ver rezar al presidente ante el cadáver del soldado muerto en Afganistán, una ceremonia a la que no pudo asistir el presidente del Gobierno español, y en el que estuvo representado por el president de la Generalitat de Cataluña, una vicepresidenta y la ministra de Defensa. Naturalmente, todo es comprensible y hasta justificable, según el criterio de cada cual.

¿Encontrarse con Obama es suficiente razón para viajar a Washington? ¿Por qué no? En los últimos tiempos hemos comprobado abundantemente que hay misas, funerales y toda suerte de citas de origen religioso que tienen un claro propósito «social», y en este capítulo puede incluirse «la oración de Zapatero», o la oración del laico o agnóstico que es el jefe del Gobierno español. En todo caso, parece una iniciativa digna de respeto, e incluso merecedora de atención, como sin duda lo ha sido en esta ocasión como en las anteriores, cuando el personaje invitado fue Tony Blair o Teresa de Calcuta. Nadie duda de que es un acto «de oración social», de reunión de hombres de paz, a quienes une la excusa o la razón de meditar unos minutos sobre la Biblia o alguno de sus contenidos de paz. Y en ese sentido, nadie discutirá el carácter políticamente tolerante de Zapatero, abanderado de la «alianza de civilizaciones» al que se sumó el propio presidente de los Estados Unidos, aunque también le haya valido el sarcasmo frecuente de algunos de sus adversarios políticos.

En ese respeto profundo y honrado a las creencias ajenas se encaja, precisamente, esta «oración laica» del jefe del Gobierno español, con toda probabilidad. Sin duda era perfectamente consciente el presidente Zapatero de que aceptar estar presente y participar en ese «desayuno de oración» le supondría muchas críticas y la utilización por sus adversarios. No está siendo «plato de gusto el ejercicio presidencial, en esta época aciaga, en la que las informaciones negativas están a la orden del día. La crisis deja tras de sí, en el supuesto de que esté terminando o haya acabado, un registro tenebroso de efectos, particularmente en materia de paro y déficit público. Es otro reproche que merece Zapatero: ¿cómo halla tiempo para viajar a Estados Unidos cuando tiene sobre la mesa decisiones tan relevantes?

En fin, que también hay personas de paz comprensivas, a quienes no parece mal que Zapatero haya viajado a Washington para sumarse a un grupo de hombres de paz y reflexionar juntos, siquiera unos pocos minutos, sobre cómo hacer alguna nueva aportación a la paz universal y a la cooperación de todos en la solución de los gravísimos problemas del mundo: el hambre, las enfermedades y, sobre todo, el respeto de unos a otros. Washington bien vale una oración.

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