Julia Navarro – Escaño Cero – ¿Dónde está Bibiana Aido?


MADRID, 5 (OTR/PRESS)

Erase una vez una alcaldesa socialista de un ayuntamiento tarraconés, Cunit por más señas. La alcaldesa muy embuida en la doctrina oficial de que nada mejor que la «alianza de civilizaciones» decidió ponerse a favor del imán local que la había tomado contra una joven marroquí, mediadora social, cuyos pecados se pueden resumir en que no lleva velo, tiene amigos españoles y sus hijos son amigos de otros chicos españoles.

Pero sobre todo, el imán lo que de verdad no podía perdonar a esta mediadora social, de nombre Fátima Ghailan, es que sin pretenderlo se hubiera convertido en un referente para la comunidad musulmana de la localidad. ¡Una mujer disputando un espacio de poder a un hombre! El imán no pudo soportarlo y se dedicó a acosar a Fátima hasta que ésta le denunció ante los tribunales y le han condenado a cinco años de cárcel por un delito de coacción, amenazas y calumnias. Y junto al imán, el juez también ha condenado a otros miembros de la Asociación Islámica de esa localidad.

Resulta que Fátima antes de llegar a los tribunales le contó lo que le sucedía a la alcaldesa, la socialista Judit Alberich, que además es senadora por Tarragona. Y ¿saben la respuesta de la alcaldesa?, pues que Fátima se había convertido en un problema y, no sólo eso, la instó a retirar la denuncia contra el imán. Por si fuera poco, esta alcaldesa socialista se ha saltado a la torera la orden de alejamiento dictada por el juez contra el imán y sus acólitos, nada de acercarse a Fátima. Pero la alcaldesa ha decidido que la ley no reza para ella y recibió al imán en su despacho, a unos metros de donde trabaja Fátima.

Yo no sé si la ministra de Igualdad, Bibiana Aido, ha hecho algo al respecto, pero me parece a mí que su obligación es ponerse al lado de Fátima y por lo menos afear la conducta, a mí juicio intolerable, de esa alcaldesa socialista de Cunit. No sé si Judit Alberich entiende lo de la «alianza de civilizaciones» aliándose con quienes no respetan a las mujeres, quienes las desprecian, quienes las calumnian, quienes ponen en peligro sus vidas. Debe de ser eso, porque de lo contrario no se justifica su actuación.

A la alcaldesa se le debería de caer la cara de vergüenza por amparar a un hombre que ha sido condenado por amenazas, coacciones y calumnias y que promueve la segregación entre musulmanes y españoles, y, desde luego, que la mujer esté tapadita y en casa. Insisto: la ministra de Igualdad debe de intervenir y amparar a la víctima, una joven mujer, inmigrante, plenamente integrada que ha osado por enfrentarse a un hombre que por mucho imán que sea ha tenido un comportamiento intolerable.

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