Rosa Villacastín – El Abanico – Marichalar tiene el corazón «partio».


MADRID, 11 (OTR/PRESS)

Poco podía imaginar Jaime de Marichalar cuando contrajo matrimonio con la Infanta Elena que las cosas terminarían como han terminado, en un divorcio que con toda seguridad acabará pronto en nulidad, lo que permitiría a ambos rehacer sus vidas sentimentales en un futuro, por más que ahora ninguno de los dos contemple esa posibilidad.

Pero siendo este el lógico desenlace de una situación que no tenía vuelta atrás, lo que sí llama la atención es la celeridad de la Casa Real por borrar todo rastro de Marichalar en su página web, lo que se interpreta como un signo inequívoco de que al ex marido de la Infanta ni está ni se le espera en la Zarzuela, siendo como es el padre de dos nietos de los Reyes de España.

Una actitud que ha dado pié a que otros sigan el ejemplo de la Casa Real, sin ir más lejos el Museo de Cera de Madrid, que más papistas que el Papa han retirado inmediatamente después de que lo hicieran en Zarzuela, la réplica del retablo real en la que aparecía como un miembro destacado de la Familia, para colocarla en la sala taurina, detrás de la barrera, y ahí seguirá hasta que un buen día se la lleven al desván donde descansan aquellos a los que alabaron exageradamente para olvidarse de ellos después.

Algo que debe ser lo habitual en estos casos, pero que demuestra lo vil de la condición humana y el servilismo de algunas instituciones hacia quien ya no ostenta ningún tipo de poder, ni siquiera en la sombra, pues está claro que despojado del título que el Rey concedió a su primogénita con motivo de su boda, el personaje ha dejado de interesar, para convertirse en una especie de pim-pum, al que todos se creen con derecho a humillar y a descalificar, sólo porque como bien dice el refrán, hacer leña del árbol caído, sale gratis en este país.

No serán estas las únicas sorpresas que el destino tiene preparadas al ex duque de Lugo, a quien varias empresas se apresuraron a contratar y que ahora no ven manera de deshacerse de él, toda vez que ya no le une ningún vínculo con la Familia Real.

Me consta el dolor que estos momentos le embarga, no sólo porque ha perdido a la Infanta, o porque le hayan despojado de títulos y prebenda, sino por el comportamiento de quienes creía amigos y sólo eran gente a la que interesaba pasearse a su lado para poder presumir después de haber cenado con él en su casa o haberse sentado a su lado en desfiles de alta costura. Que tantas habladurías puedan llegar a oídos de sus hijos es lo que más dolor le causa a un hombre que hoy por hoy tiene «el corazón partio».

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