Andrés Aberasturi – ¿Una vicepresidenta locuaz?.


MADRID, 12 (OTR/PRESS)

No tengo demasiada fe en esos estudios del «lenguaje corporal» pero si me ha sorprendido la extraña locuacidad de la vicepresidenta de la Vega tras el último Consejo de Ministros. Ella, tan oficialmente hermética y rectilínea, estuvo, durante su comparecencia, como muy empeñada en dar explicaciones, incluso gesticulaba y hasta parecía que trataba de convencer a los periodistas allí presentes de la verdad de su discurso. La vicepresidenta -a la que no conozco personalmente- siempre me ha parecido una mujer que intentaba preservar esa distancia que da la jerarquía. Esto no es malo, claro; ocurre sin más y hasta es posible que sea lo ideal entre políticos y periodistas. Estoy seguro que doña Maria Teresa gana mucho en la distancia corta, pero vista desde fuera uno tiene la sensación de que cuando nació, el médico anunció a su madre: «enhorabuena, ha tenido usted una vicepresidenta».

¿Es casual este cambio (presunto) de actitud de la señora de la Vega? ¿Es sólo fruto de imaginación? Lo ignoro, pero así lo vi yo y así lo cuento y trato de buscar las razones que expliquen este «sospechoso» comportamiento. Y naturalmente las encuentro.

Si en algo debemos estar todos de acuerdo es en que no parece que estemos viviendo los mejores meses del Gobierno. La conjunción planetaria de Pajín fue solo una lluvia de perseidas que duró lo que dura el sueño de una noche de verano. Todo empezó mal y va a peor: a ZP, nos guste o no, le ningunean en Europa y Francia y Alemania cortan -como siempre- el poco bacalao que va quedando y el presidente de turno -o sea, ZP- no sale ni en las fotos. Los periódicos expertos nos ponen a caldo y aunque las visitas de Salgado calman los tinteros, no se callan la voces de los críticos. Las cifras no terminan de cuadrar y hasta los sindicatos se disponen a salir a la calle después de salir de La Zarzuela. Total: un lío que no sólo no estaba previsto sino que el natural buenísimo de ZP no parece ni entender ni controlar. Con este panorama de fondo, no es fácil seguir siendo hermético y rectilíneo. Tal vez por eso se esfuerza la vicepresidenta en dar testimonio de la verdad del Gobierno, tal vez por eso pierde en parte esa compostura de corsé que venía manteniendo y se deshace ahora en explicaciones que antes solventaba con un lacónico «si» o «no» o el típico «el Gobierno no valora*»

Porque el Gobierno ahora no tiene más remedio que valorar muchas cosas, valorar no ya lo que diga la prensa de por ahí ni de por aquí, sino las iniciativas del mismo Jefe del Estado, las protestas de los sindicatos y las ofertas de los partidos. Está muy bien que la vicepresidenta afirme que los contactos del Rey son institucionales y que es el Gobierno el que gobierna, pero cuando el encuentro de don Juan Carlos y los líderes sindicales ocupa la primera página de todos los periódicos, por algo será. Lo mismo que ese clamor por un pacto que muy posiblemente no llegaremos a ver, el del ZP con los de Génova. Y resulta poco convincente a estas alturas echar toda la culpa una y otra vez a la irresponsable oposición. CIU se ha ofrecido y Rajoy también. Lo que el Gobierno debe entender es que un pacto es justamente eso, un pacto y no una adhesión a su (presunto) plan para salir de una crisis que no cesa.

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