Carlos Carnicero – El coste del boicot


MADRID, 20 (OTR/PRESS)

La crispación y la confrontación política es una tecnología cuidadosamente estudiada por los sociólogos neoconservadores. En síntesis creen que la híper movilización de los sectores más conservadores de la sociedad alrededor de planteamientos radicales e integristas consigue finalmente hacer desistir a una parte significativa del electorado progresista que no acude a votar por una insatisfacción sobre la política provocada en última instancias por un clima irrespirable en el que la crispación sustituye al diálogo constructivo. La derecha más radical está más movilizada si recibe impulsos agresivos.

Desde que José María Aznar llegó a la política nacional como presidente del PP sustituyendo a Manuel Fraga, sus envites han sido netamente de confrontación. Desde el «váyase señor González» hasta la llamada a la rebelión de los diputados socialistas contra su líder, José Luis Rodríguez Zapatero, promulgada por Mariano Rajoy en el Congreso, hay una línea de continuidad en la que la utilización de los crímenes del GAL, las manipulaciones del PP sobre el 11-M, la oposición activa a la negociación con ETA o la ausencia total de colaboración para afrontar la crisis económica son episodios de una misma estrategia que promueve solamente el desgaste del Gobierno. No hay colaboración, hay confrontación. El pacto es imposible porque no está en la naturaleza del PP. Eso no quiere decir que en determinados momentos haya habido en el PSOE quien piense que esa estrategia, de rebote, les favorece a ellos.

Cuando hay una situación económica internacional que afecta gravemente a España, el PP se centra en desacreditar al presidente del Gobierno que tiene que representar a nuestro país en el mundo. De las declaraciones de José María Aznar calificando al presidente de Gobierno de «jefe de los pirómanos» a la afirmación de Rajoy de que Zapatero «no es creíble ni confiable» se puede desprender esa prioridad en promover la catástrofe y aglutinar al electorado conservador alrededor de ideas de desprecio hacia el Gobierno socialista.

No se trata de criticar y dar alternativas; se trata sinceramente de desacreditar y de promover el boicot hacia las políticas y la confiabilidad del gobierno socialista.

Al margen de los aciertos y los errores del Gobierno, del peso de la economía en los estados de ánimo colectivo, la tecnología de la confrontación y del boicot tiene un riesgo: que una mayoría de electores de izquierda y de centro se asusten de la posibilidad de que llegue a gobernar un partido que utiliza esa metodológica y vuelvan a una movilización sustentada den el voto útil. El PP debería haber aprendido de las elecciones del 2004 y del 2008 en las que el miedo que promovían sus políticas aglutinaron el apoyo a Zapatero. Puede volver a ocurrir lo mismo.

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