Luis del Val – El color de los muertos.


MADRID, 25 (OTR/PRESS)

No habrá manifestaciones por la muerte de un hombre que fue detenido en el año 2003 por querer ser libre, y torturado desde entonces, de prisión en prisión. Era humilde, era albañil, era negro, era cubano y, según su madre, víctima de un asesinato, pero todo esto sucedió en el régimen castrista, y eso le proporciona otra coloración. Distinto sería si ese sufrimiento hubiese tenido lugar en un régimen capitalista.

Raúl Castro ha lamentado la muerte y, a continuación, se ha detenido a unas veinte personas y se ha impedido que salgan de su domicilio otras treinta, seguramente para que no perturben el pesar de ese hombre de bien, Raúl Castro, que todo lo hace por la felicidad del pueblo cubano, aunque ya sabemos que los caminos de la revolución están empedrados de chicos extraviados que se empeñan en morir y ser torturados en las prisiones.

No comprendo cómo se puede ser libre de mente e intelecto si antes de emitir un juicio hay que preguntar por el color de los muertos. No entiendo que la ideología carcoma el raciocinio y pinte de color a los cadáveres para saber si tenemos que enfadarnos o distraernos y mirar hacia otro lado. No es nuevo. La mayor parte de los intelectuales europeos de la segunda mitad del siglo XX miraron hacia otra parte y colorearon los muertos de Siberia cada vez que alguien venía con un testimonio.

Del análisis marxista de la realidad se pasó al análisis de los colores y hemos sido muchos los que fuimos solidarios de este arco iris discriminador. Por eso, me avergüenza todavía más que nada hayamos aprendido, que siga el mismo tono y la misma diferenciadora tonalidad. Y que antes de llorar por los muertos, o protestar por la vida arrebatada, tengamos que analizar el pigmento del sudario para saber si es o no nuestro muerto.

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