Julia Navarro – Escaño Cero – En el punto medio.


MADRID, 4 (OTR/PRESS)

No me gusta el régimen venezolano. Hugo Chávez es todo menos un gobernante democrático. También abomino del castrismo. Hace años que el mito Fidel adquirió dimensión humana y el rostro ofrecido era el del horror. Pero, además de Venezuela y Cuba, puedo añadir cientos de países a la lista de regimenes que no son democráticos y violentan a diario los más elementales derechos humanos. Por ejemplo, Arabia Saudí, Kuwait, Irán, Corea, etc, etc, etc.

En realidad más allá de Europa, Estados Unidos, Japón y unos cuantos países más son pocos los que tienen unos estándares mínimos de democracia. Y claro que hay que denunciar la falta de democracia y la violación de los derechos humanos. Pero lo que me sorprende es que en ciertos sectores de la derecha española, la política y la mediática, sólo parecen preocuparse de lo que sucede en Cuba y Venezuela. Castro y Chávez les ponen de los nervios, y no es que me extrañe su animadversión, la comparto, pero resulta sorprendente, ya digo, que su preocupación por los desmanes venezolanos y cubanos no los extiendan a otros países y a otros dictadores.

Ante la investigación del juez de la Audiencia Nacional Eloy Velasco, acusando al Gobierno venezolano de connivencia con ETA y con las FARC, el PP y sus terminales mediáticas piden que el Gobierno español actúe con contundencia. La pregunta es a qué llaman contundencia. Si ser contundente significa pedir explicaciones al Gobierno venezolano, nada que objetar. Si significa ejercer algún tipo de presión para que Chávez colabore con la justicia española, mejor que mejor. Si logran la extradición de los etarras y sus cómplices, pues a más a más, pero esto no parece ser suficiente para el PP y sus amigos. Yo no sé si lo que pretenden es que España rompa relaciones con Venezuela o qué.

Que coste que en el caso cubano, en mi opinión, la actitud tibia del Gobierno español ante la muerte de Orlando Zapata me parece del todo reprobable. Nuestro Gobierno en este caso no ha estado a la altura de las circunstancias demostrando una clara falta de sensibilidad. Aun así, la pregunta es la misma ¿hay que romper relaciones con Cuba? La respuesta, claro, es que no, ni siquiera los populares se atreven ir tan lejos, porque si fuera así seríamos legión los que pediríamos que se añadieran otros muchos países a la lista.

La cuestión es encontrar el punto medio en que España deje claro a Venezuela y Cuba, por no ir más lejos, lo mucho que nos repugnan sus actuaciones, sin que eso suponga una ruptura de relaciones, porque los regimenes cambian pero los pueblos permanecen. Y es en ese punto medio, tan difícil, donde parece ser complicado que haya acuerdo. Pero no hay que apostar ni por la tibieza del Gobierno ni por las balandronadas del PP.

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