Esther Esteban – Más que palabras – Toros, ablación y… locura.


MADRID, 5 (OTR/PRESS)

Vaya por delante que no soy aficionada a los toros y, por lo tanto, la polémica abierta en el Parlamento de Cataluña la sigo con la distancia propia de quien no se siente concernido por el asunto. De toda esta bronca lo único que me preocupa es lo que el tema esconde y, lo que esconde, es la obsesión que tienen algunos por prohibir lo que sea y su intento de machacar, con cualquier argumento, la libertad de elección. Supongo que quienes deberían decidir si quieren o no suprimir las corridas de toros en Cataluña son los aficionados que, por cierto, llenan las plazas hasta la bandera, por lo que no parece que estén por la labor.

Lo que sí me ha puesto los pelos de punta estos días y me ha ofendido como mujer y como madre es escuchar algunos de los argumentos utilizados por los antitaurinos, como el hecho de comparar la muerte del toro en la plaza con la violencia contra las mujeres, la ablación de clítoris o el maltrato infantil. Resulta indignante, grotesco, bochornoso e insultante que algunos equiparen a un toro con un ser humano y en su «brochazo gordo» no hagan distingos ni introduzcan matices de ningún tipo.

Si de muestra vale un botón, sólo recoger un testimonio de una mujer somalí que fue sometida a esa terrible practica: «La noche antes de mi ablación mi madre me dijo que no bebiera ni agua ni leche para que no tuviera que hacer demasiado pís. Al día siguiente mamá cortó un trozo de raíz de un viejo árbol y me la puso entre los dientes. Aquella mujer cogió una cuchilla oxidada, que limpió con su saliva, y después sentí como aquella hoja atravesaba mi piel de arriba abajo cortándome los genitales. Pero apenas había empezado lo peor. Después cogió una espinas de acacia para perforarme la piel y coserme el sexo. Me ataron las piernas desde los tobillos a las caderas y cuando todo acabó vi mis órganos íntimos secándose al sol. Tarde un mes en recuperarme y cuando volví a la roca donde me practicaron la ablación los perros habían devorado mis genitales».

De esta forma desgarradora, minuciosa y real relata Waris Dirie -la llamada Venus de ébano, la cotizada modelo de Chanel o Benetton- la forma en que murió su niñez, tras practicarla una ablación genital siguiendo una tradición ancestral que cada día padecen en sus carnes seis mil niñas de todo el mundo, a partir de los cinco años.

Este es un terrible acto de brutalidad y discriminación que las ha marcado y las marcará a todas el resto de sus días. Oyendo sus testimonios sobran las palabras y menos si estas se pronuncian para defender causas tan diferentes que la comparación ofende. Juzguen ustedes si hay comparación posible porque, si es así, estamos todos locos.

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