Fermín Bocos – Un día triste.


MADRID, 12 (OTR/PRESS)

Ahora que se nos ha ido Delibes ya no habrá quien escriba para decir el nombre exacto de las cosas. Delibes era la precisión en el idioma y la ternura y la ironía en el juicio hacia todo lo creado. Sólo le recuerdo de mal humor frente al mal hablar de algunos políticos. Decía, con Lázaro Carreter, que quien no dispone de recursos expresivos suficientes no debe dedicarse a la cosa pública. Para quien llegó a la cima del conocimiento y dominio del idioma español a través de la precisión del Código de Derecho Mercantil, toda palabra inapropiada o fuera de su sitio era una palabra de más. Muchos días nochecía triste porque veía en las palabras de más el destino elegido por el grueso de nuestros políticos. Delibes, que fue profesor antes que periodista y periodista antes que novelista y académico, deja una obra fuera del tiempo; una obra llamada a perdurar.

El cazador que había leído a Hesíodo -su Beocia era Sedano-, nos enseñó a los periodistas a cultivar la humildad; a poner distancia entre la púrpura y las rotativas. A tener claro que no se puede servir al mismo tiempo a los lectores y al poder. No ignoraba, claro está, que la televisión lo había cambiado todo. Y no siempre para bien, porque en la televisión las apariencias reemplazan al ser, arrinconan la palabra y coronan lo banal. Quien tenga alguna duda sobre este aspecto de la cuestión que repase las levedades dichas en las últimas horas por la señora ministra de Cultura al hilo del adiós al cazador que fue ecologista antes de que el respeto a la madre Tierra deviniera en religión de urbanitas. Se nos ha ido Delibes. Es un día triste.

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