Pedro Calvo Hernando – Iraquíes, roldanes, tamayos.


MADRID, 19 (OTR/PRESS)

Aquí parece que hay cosas de las que no se puede hablar, aunque para otras no exista limitación: me refiero al comportamiento de cierta derecha y de ciertos medios, de influencia nada despreciable. Les sienta como un tiro, por ejemplo, que se les recuerde la obviedad de las responsabilidades de quienes idearon, impulsaron y sostuvieron los bombardeos, invasión y guerra de Irak, con sus cientos de miles de muertos, mientras que nadie les pone obstáculos a que cada dos por tres recuerden con todo derecho los GAL, por mencionar dos modos ilícitos de luchar contra el terrorismo, en un caso con juicios y condenas y cárceles, y en el otro sin nada de eso, sino con bravatas y chulerías de toda laya. Pero todavía menos se habla del tamayazo, ocurrido en Madrid por los mismos tiempos de 2003, esa especie de golpe de Estado protagonizado por Tamayo y Sáez, que culminó con la invalidación del resultado electoral que daba la victoria a la izquierda en esta comunidad autónoma y la celebración de otras elecciones que dieron el poder al PP de Aguirre.

Lo que pasa es que la fuerza de los hechos a veces se impone a la fuerza de la mordaza de otros intereses, por muy poderosos que sean éstos, y las consecuencias de la guerra de Irak y las denuncias contra sus protagonistas hacen emerger la verdad de la verdad. Y en cuanto al tamayazo, de momento su máximo protagonista visible, el propio Tamayo, acaba de iniciar una vía que podría complicar mucho la situación si de verdad se anima a tirar de la manta, como ha insinuado, y explica al gran público cómo se gestó y desarrolló aquel golpe, qué sectores y personas estuvieron implicados, quién lo financió, cuánto dinero percibió él (y ella) si es que se les dio o se les prometió vil metal, que yo no lo sé, Dios me libre. Este es el momento de que se investigue lo que no se investigó y de que se exijan las responsabilidades que no se exigieron o que no se satisficieron. Y es también el momento de que los medios rompan su silencio, un silencio que no existió cuando Roldán, que acaba de dejar la cárcel, hizo lo que hizo.

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