MADRID, 22 (OTR/PRESS)
Mejor que «sin piedad», la policía francesa habrá de perseguir «con eficacia» a los atracadores etarras que la semana pasada mataron a un gendarme. El «sin piedad» pronunciado enfáticamente por Sarkozy, frunciendo el ceño y poniendo cara de durísimo, ha quedado en lo que es, una bravuconada, pues hasta el momento su aparato policial sólo ha sido despiadado con un grupo de bomberos catalanes que estaban de vacaciones. Pero ese «sin piedad» contiene también, y particularmente, un mensaje perverso en relación a las fuerzas de seguridad, cuyas actuaciones en los países democráticos y garantistas no pueden avenirse con esas exhortos de visceralidad.
Aunque lo que pretendía Sarkozy tal vez fuera comunicar energía y determinación contra la delincuencia etarra, alguien, su ministro de Interior o acaso Rubalcaba o el propio Zapatero, debería haberle señalado la inconveniencia de sus palabras. Porque el delito no se combate ni con piedad ni sin ella, sino fría y racionalmente, a menos que se pretenda equiparar al Estado, vía pasión exterminadora, con las bandas a las que debe enfrentarse para proteger a la sociedad. ¿En qué se traduciría ese «sin piedad» en el caso de que la Gendarmería diera con los asesinos? ¿En qué acción despiadada? ¿En tiros a la barriga? ¿En Ley de Fugas? Cabe pensar que Sarkozy, quien a sus cualidades pudiera no añadir la de saber expresarse con precisión, quiso decir que se perseguirá a los asesinos del gendarme con diligencia, sin desmayo, movilizando el máximo de recursos, pero sus palabras, que a fin de cuentas son las del responsable último de la Policía, dejan un inquietante regusto.
Con todo, se supone que otras cosas de Sarkozy, no sólo esa, son las que han inclinado al electorado francés a darle la espalda. El batacazo de su partido en las recientes Regionales, que como elecciones no significan mucho pero como sondeo sí, sugiere que nuestros vecinos prefieren otro tipo de autoridad. Más eficaz, menos autoritaria.
