Fernando Jáuregui – Todos contra Rosa Díez y Cayo Lara.


MADRID, 24 (OTR/PRESS)

Personifico en los dos políticos que acaparan el titular de esta crónica lo que quiere ser un alegato a favor de cambios profundos en las leyes que constituyen la base de la democracia en nuestro país. Y traigo hoy como ejemplo la legislación electoral, llena de vicios, carencias y desfases, profundamente inadecuada -lo dicen todos- para la coyuntura actual española. Pero no importa, la subcomisión parlamentaria que sestea desde el inicio de la Legislatura pretendiendo estudiar una reforma de la normativa que rige nuestras elecciones se ha decantado por lo más fácil, por lo más egoísta, por lo más peligroso: que nada sustancial se mueva para que, así, todo siga igual.

¿Que hay reclamaciones a favor de un desbloqueo de las candidaturas electorales? Pues que sigan esperando, a pesar de tantas promesas en contrario: lo importante es que los «estados mayores» de los partidos sigan detentando todo el control. ¿Que hay quien pide cambios drásticos en las reglas de las elecciones locales, de manera que gobierne el más votado y se pongan fin a cambalaches que tantas veces ocultan corruptelas? Pues lo mismo: que sigan esperando, que Sus Señorías prefieren eternizarse debatiendo antes que abordar mejoras en profundidad.

Pero lo que ya no se debate siquiera es una reforma en el mecanismo proporcional y en las perversas maquinaciones del sistema D»Hondt, que hace que lograr un escaño cueste a los partidos «menores» nacionales, concretamente a Izquierda Unida, ahora encabezada por Cayo Lara, y a Unión Progreso y Democracia, de Rosa Díez, hasta cinco veces más votos que a las formaciones «mayores», PSOE y PP. Creo que tanto IU como UPyD tienen, nos gusten o no sus planteamientos, perfecto a derecho a protestar contra esta situación, que se perpetúa.

Estando así las cosas y con la sobrerrepresentación que logran las formaciones nacionalistas, no resulta extraño que ni socialistas, ni populares, ni convergentes catalanes, ni peneuvistas quieran oír hablar de reformas profundas en una normativa electoral que todos reconocen injusta, pero que a ellos les conviene. Haber constitucionalizado algunos aspectos de esta normativa electoral, tan protectora del actual «statu quo» de los grandes partidos, es uno de los motivos, recuerden lo que les digo, que hará que, más pronto que tarde, haya de abordarse una reforma de nuestra ley fundamental. Una buena Constitución que, por cierto, ya va requiriendo no pocos retoques para seguir siéndolo. Pero ya digo: si esperamos que sean los actuales representantes de la soberanía nacional quienes afronten con energía y prontitud la tarea, más vale que sigamos sentados; les sobrepasará la marea de eso tan tozudo que se llama la fuerza de la realidad.

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